Diario de León
Publicado por
javier tomé
León

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Aunque hemos bajado definitivamente el telón del verano y las prácticas de la más infame naturaleza que se perpetran en dichas fechas contra el colectivo animal, parece que seguimos encenegados en una dolorosa burricie. Por aportar unas cifras que superan la capacidad de comprensión de cualquiera, en España se «celebran» alrededor de 20.000 actos taurinos cada año, en los que se liquidan unas 15.000 reses con procedimientos a cada cual más viles y desalmados, gastándose por cierto los municipios el dinero que no tienen en satisfacer todo un catálogo de pulsiones enfermizas pensadas para disfrute del populacho. Algo tan inconcebible que, de verdad, te dan ganas de dimitir del género humano. Con razón dijo la pintora Leonora Carrington, gran admiradora de nuestro país por otra parte, que los españoles pueden ser atroces con los animales, unos seres que ven y sienten cosas que nosotros no podemos ni imaginar. Afortunadamente, la causa del activismo animalista es cada vez más fuerte, aupada por una cuestión de empatía y civismo que acabará por imponerse sobre la brutalidad y el atraso.

Queda mucha labor educativa por hacer, hasta que seamos capaces de entender que compartimos el 60% de los genes con la insignificante mosca del vinagre, parienta por tanto directa, y que los animales sienten dolor, angustia y desesperación, exactamente igual que nosotros. Lejos de mí la funesta manía de recelar, pero lo cierto es que se ha presentado alguna denuncia ante el Seprona debido al trato dado a los animales en el Mercado de las Tres Culturas, uno de los platos fuertes de las fiestas de San Froilán. Al parecer, burros y camellos pasaban las noche sin agua y hacinados en un camión, lo que no parece precisamente un dechado de comodidades para estos animales cuya misión, presumiblemente, es despertar simpatía y afinidades entre los espectadores. Algún grupo político municipal se ha interesado por el tema, lo que me parece de perlas, pues no se puede mostrar tan arrogante falta de respeto por unos seres indefensos, dejados al albur de la buena conciencia de sus cuidadores.

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