EDITORIAL | Comercio leonés: entre el cierre y el cambio de modelo de negocio
La extinción por ley el 1 de enero de 2015 de los alquileres de locales suscritos con anterioridad al 9 de mayo de 1985 supuso un punto de inflexión para el comercio tradicional y el punto de partida para su modernización. Fue un trance traumático porque la finalización entonces de todos los contratos de alquiler de locales comerciales firmados bajo la Ley de Arrendamiento Urbano de 1964, y tras el periodo transitorio de 20 años que contemplaba la ley de 1994, obligó a muchos pequeños negocios a cerrar sus puertas ante la imposibilidad de asumir los fuertes incrementos de los alquileres. Los nuevos precios —en algunos casos suponían multiplicar hasta por diez lo que se estaba pagando— resultaron inasumibles para unos empresarios que en muchos casos ya resistían a duras penas. Así que cerraron o se marcharon a otros puntos con alquileres más asequibles, pese a que la norma introdujo medidas para conciliar los intereses en conflicto y suavizar el tránsito al nuevo marco jurídico.
La realidad, la que se ve en cualquier calle de la capital, de Ponferrada y otras grandes poblaciones de la provincia, es que muchos fueron sustituidos por franquicias o tiendas de ropa y otros, la mayoría, son locales que siguen vacíos tras muchas tentativas frustradas. Y la que refleja la frialdad objetiva de las cifras es que 200 de esos negocios, el 80% de ellos en la capital, desaparecieron por falta de acuerdo en la renegociación de la renta o la imposibilidad del traspaso e incluso de la compra-venta.
Mil —quinientos de ellos en la capital y su entorno— de los diez mil negocios de ese tipo que hay en la provincia pasaron por ese trance. Para esos y para los demás parece haber llegado el momento de la reconversión y el cambio hacia un nuevo modelo de negocio que, forzado por los nuevos hábitos de consumo, inevitablemente deberá afrontar un sector clave para la economía y el empleo en la provincia.
