Diario de León
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PANORAMA Antonio Casado
León

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E l fantasma de la Cataluña ingobernable sobrevuela el desenlace del 21-D. Y eso quiere decir miedo a la incertidumbre porque se ha confirmado la peor de las hipótesis: una mayoría absoluta de las tres fuerzas aliadas en la pasada Legislatura en pro de la causa independentista.

El mal agüero de una repetición electoral aparece en algunos de los análisis de los resultados. Podría ocurrir si en el venidero proceso negociador para formar gobierno (hasta dos meses a partir de una primera votación de investidura eventualmente fallida) se hace imposible la deseable transversalidad como remedio a la Cataluña partida en dos.

El enemigo de una fórmula con ingredientes separatistas y no separatistas no es otro que la tentación de volver a las andadas. O sea, la utilización de la mayoría absoluta de las tres fuerzas independentistas (ERC, JxC y CUP), que han obtenido una suma de 70 escaños, para revalidar el pulso al Estado fuera de la ley y por la vía de la unilateralidad.

Personalmente no lo creo. Por la enconada rivalidad entre los republicanos del preso Junqueras y la cohorte del huido Puigdemont que se ha exacerbado por entender el primero que el segundo ha jugado con ventaja. También porque ambos tienen muy difícil el acceso a la presidencia de la Generalitat, al estar su futuro político hipotecado en el Tribunal Supremo. Además, por la resistencia de los dos principales partidos nacionalistas (ERC y PdeCat) a encamarse otra vez con la CUP.

Una razón más de que no se forme un gobierno independentista para resucitar el «proces» es la conciencia de fracaso ante un Estado español más sólido de lo previsto por los guionistas del plan sedicioso. Por mucho que Puigdemont celebre en Bruselas «la victoria de la república catalana» y «la derrota de la Monarquía del 155», los independentistas saben que su aventura ha fracasado. Y abrigan la certeza no confesada de que volverían a chocar con el muro del 155 si persistieran en volver a la unilateralidad y la desobediencia.

Así que, a mi juicio, lo más probable es que los independentistas sin la Cup, intenten formar un gobierno con una tercera fuerza que le proporcione la excusa para aplazar sus objetivos por imperativo legal. Esa tercera fuerza podría ser la de los comunes de Doménech, contrarios a la independencia de Cataluña y de inequívoca aversión a la unilateralidad como método. Quien no encaja en esa hipotética operación es Puigdemont, que es carne de presidio y, por mucho que lo repita, los votos no le van a servir para blanquearse judicialmente.

Al otro lado de la barricada es impensable un gobierno exclusivamente constitucionalista. Ni los números ni la política lo avalarían, más allá de la victoria moral de Inés Arrimadas, al haber resultado Ciudadanos como el partido ganador de las elecciones del jueves.

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