Diario de León
León

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Para prologar la Encuesta de Población Activa (EPA), Mariano Rajoy se pasó el martes por la ciudad como quien va al Polo Norte a ejemplificar las bondades del sol en la generación de vitamina D en el organismo. La visita del presidente del Gobierno sirvió para que refrescara el recuerdo del tiempo que pasó en la ciudad en la década de los 60, entre los 5 y los 15 años, cuando se contabilizaban 116.405 habitantes más que ahora en la provincia y aún estaba lejos que los inactivos superaran a los que trabajan. Sucede ya, como pudo ver el dirigente popular, barrio del Cid adelante, escoltado por el séquito de acólitos y meritorios, mientras dejaba atrás como despedida para los ciudadanos que se acercaron a saludarle una frase hecha como resumen de la filosofía de su Gobierno para León: «Que todo vaya bien». Sin más. Con la convicción de que todo irá bien por sí mismo. Be water, my friend. Ahí os quedáis.

Rajoy, campechano soltó el cliché después de disculparse sin pedir perdón por el error histórico de la cuna del parlamentarismo. No lo necesitó, en medio del acto promocional que remató de vinos por el barrio Romántico. Pero más allá del souvenir de la capitalidad gastronómica, la visita se diluyó en la vacuidad de un discurso que no tuvo ningún mensaje para una provincia que necesita revitalizarse, ni mucho menos un compromiso para el desarrollo de un modelo productivo alejado de las pensiones y el turismo al que se encomienda el PIB. El presidente del Gobierno pasó como quien nada tiene que ver en las dos últimas legislaturas, en las que se hayan reducido y demorado de manera intencionada las integraciones ferroviarias de Feve y el AVE, que llegó por una sola vía; ni en que la plataforma intermodal de Torneros se haya convertido en una entelequia; ni en que la Ciudad de la Energía (Ciuden) sea un contenedor sin contenido mientras en Europa se apuesta por la investigación para captar el CO2; ni en que el Emperador se haya arrumbado en el trastero de lo inútil; ni en que se bloquearan los 10 millones que le restan por aportar al Estado para el Palacio de Congresos; ni en que la autovía León-Valladolid se enredara en unos restos arqueológicos de los que se tenía conocimiento de sobra. «Haré lo que esté en mis manos», concedió Rajoy. Luego las abrió y no había nada. No se le puede pedir más.

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