Diario de León
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al día julia navarro
León

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E sta semana miles de personas se desplazan a otros lugares para disfrutar de unos días de descanso y es que la Semana Santa se ha convertido en eso, en una semana de vacaciones. Si miro hacia atrás, cuando yo era pequeña la Semana Santa era otra cosa, la vivíamos de manera diferente se tuvieran o no convicciones religiosas. Para empezar casi nadie se iba de vacaciones pero eso sí, había cosas que hacer. Por ejemplo asistir a las procesiones. Les confieso que a mí me gustan las procesiones más allá de que me retrotraen a mi infancia. Supongo que es porque me interesan todas las manifestaciones de espiritualidad amen de que forman parte de nuestro legado cultural. Las imágenes de los Pasos son auténticas obras de arte que es imposible dejar de admirar.

Pero si continuo echando la vista atrás, además de las procesiones, recuerdo que el Domingo de Ramos siempre estrenábamos algo, un vestido, unos zapatos, una rebeca... y que íbamos a misa con las palmas. Aquellos días sin cole eran días de cine. Las películas se repetían año tras año: Barrabas, Ben Hur, Los Diez Mandamientos, etc, etc. Eso sí, el jueves y el viernes Santo estaba todo cerrado, cines, teatros, espectáculos, tiendas... solo quedaban abiertos bares y cafés y no todos.

La única manera de entretenerse el Jueves y Viernes Santo era además de ir a las procesiones hacer «visitas».

El Sábado Santo ya era otra cosa, porque era la víspera del Domingo de Resurrección y parecía las calles volvían a animarse. Pero si algo tenían las semanas Santas de antaño era la tranquilidad. Si recuerdo que eran días de sosiego, en el que el tiempo parecía no terminarse nunca.

Ahora la Semana Santa no se distingue de cualquier otra semana del año. Uno puede ir a bailar a una discoteca, a ver cualquier película que le apetezca, al teatro, a la playa... en fin, puede hacer lo que le venga en gana porque según se ha ido secularizando la sociedad la Semana Santa ha perdido la dimensión religiosa y espiritual que tenía. Sucede lo mismo que con la Navidad. Menos mal que a pesar de los intentos de algunos se mantiene la tradición de las procesiones que son una parte importante de nuestra cultura y sin ellas es difícil explicarnos a nosotros mismos.

No siento nostalgia por el pasado, solo constato lo mucho que nuestro país ha cambiado.

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