Inventarse el pasado
E l presunto final de la crisis nos ha hecho olvidar que lo peor de las deudas no es contraerlas, sino tener que pagarlas. Puestos a hacer balance, nos hemos dado cuenta de que nuestras deudas exceden nuestra cuenta corriente y la solución única es seguir endeudándonos.
El cinturón estaba tan apretado que supuso un alivio quitárselo, aunque se nos cayeran los pantalones. Ahora las familias españolas, incluida la mal avenida catalana, han decidido endedudarse más para aumentar su capacidad de consumo.
La austeridad es sin duda una virtud, pero preferimos admirarla en los otros, mientras el Partido Popular acepta subir las llamadas ‘pensiones bajas’, que son todas, y Rajoy perfecciona su disfraz de impertérrito.
¿Cómo se pueden subir las pensiones sin que baje todo lo demás? Por primera vez, las rentas de los hogares no dan de sí para pagar sus compras y la solución única no es comprar menos, sino negarse a gastar nada imprescindible mientras averigüemos de qué cosas podemos prescindir.
Cuando no cabe nada siempre cabe esperar, porque la ‘celeste esperanza’, que en tiempos era verde, ha cambiado de color y de usuarios. Después de la defenestración de Cristina Cifuentes, que todavía no ha sido condenada, vendrán otras cosas, ya que preferimos las condenas a las alianzas.
Los líderes de los partidos políticos están atareados en acicalar sus biografías, pero no tenemos suficientes detectives. Eso de inventar el pasado sigue siendo una tarea difícil entre nosotros, porque es por esencia irreparable. Lo que pasó, pasó, pero entre nosotros no acaba de pasar.
Tenemos una lupa especial que nos hace ver las cosas no como fueron, sino como debieron ser y se componen biografías que tienen muy escasa semejanza con la vida de sus protagonistas.