Diario de León
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al trasluz eduardo aguirre
León

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A ver si me lo aclara alguien, porque se me escapa. ¿Es que en este país no ha estudiado nadie lo que dice haber estudiado? Todos hemos conocido empollones y empollonas. ¿Es que no se dedicaron luego a la política, en vez de a profesiones tan aburridas como notario o presidente de multinacional? En la Primaria en la que estudié los había muy reconocibles: A) el pelotillero, de los de «¡Viva el señor profesor de Matemáticas, nuestro Pitágoras reencarnado!». B) El inodoro, incoloro e insípido, del no podíamos sospechar que ya supiese qué fue antes el huevo a la gallina. C) el divino de la muerte, que además de buen cerebro era de esqueleto privilegiado y se llamaba Baldomero. Y así hasta terminar el abecedario. Estudiaban mucho y además eran majetes. Supongo que en sus actuales currículos no tendrán necesidad de inventarse nada. Lo confieso, solo empecé a ser estudioso a partir de que la imaginación y las hormonas se me tranquilizaron. A partir de entonces, no he llegado a Zaratustra, pero lo que pone en mi currículo es cierto, salvo que salí con Jennifer López. Ahora bien, jamás pondría que mi nivel de ruso es alto y que tengo una licenciatura en Ciencias Exactas, por la Universidad de Cambridge, pues a mi mujer le daría un ataque de risa y a mi madre dos de indignación. Todos hemos tenido primos o vecinitos que desde el primer mes de embarazo sabían la tabla de los aminoácidos. Fueron empollones y empollonas desde antes de que sus padres se conociesen. Fieras del coeficiente intelectual. Eran ministrables desde los cinco años.

Lo que en este país está pasando con los expedientes académicos de algunos políticos hace clamar a los campus del cielo. Una vez dicho esto. ¿Acaso tiene tanta importancia el currículo? Solo para quienes desean tener una plaza de funcionario, lograda por alguna puerta trasera, por si vienen mal dadas. O sea, solo para los listillos y las listillas.

Algo similar se puede decir de las tesis doctorales, reto que conlleva gran esfuerzo intelectual y, lo que más importa, aprender mucho sobre la materia en cuestión. Uno en su modestia neuronal puede presumir de que no ha aprendido nada por ciencia infusa, salvo que el Real Madrid es mucho mejor que el Barça, claro.

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