Diario de León

león en verso

Señor, escucha y ten piedad

León

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E ste es el cociente por tanta expedición a exigir mejoras sanitarias a quien vive en la certeza de que jamás recurrirá a la atención médica en León; vitalidad educativa, a personajes seguros de que nadie de su estirpe se matriculará en el próximo siglo y medio en un centro escolar asentado a este lado de la puerta del oeste; de mendigar empleo, una oportunidad para subsistir, a los mismos, ajenos al horizonte apocalíptico que pinta cada actualización de la estadística del paro, de encuesta de población desactivada, del ay, ay, ay, en el duelo de la morgue. La distancia es el mejor sustento para la indolencia. La memoria rebosa de referencias a oraciones colectivas parapetadas detrás de una pancarta; por el futuro de León vale igual de epitafio que para nominar una plataforma de las que comenzaron a armarse después de Barcelona 92, con provecho de los embelesados frente aquello que, efectivamente, resultaron ser gigantes; no molinos imaginarios. O para engrosar la lista de plegarias de la misa dominical, ahí, de relleno; entre la generosidad de la súplica por todos los que sufren y el universal por la paz del mundo, roguemos al Señor. Da igual de qué respuesta de muchedumbre se eche mano para hacer frente a la fatalidad; el fruto fue inapreciable. La convocatoria y respaldo vienen esta vez avalados por esa mano de barniz de cinismo que explica que causa y remedio se encuentren en el velatorio. No deja de resultar obsceno que detrás del letrero procesional se puedan apostar este jueves los mismos que han dedicado los martes y miércoles de los últimos años a venerar el becerro de oro del boletín oficial; esa es la nobleza admirable e innata del pueblo leonés; esa, que permite asistir al entierro a los que aprobaron el mismo presupuesto que paga las pompas fúnebres. Según el deseo, así es la voluntad; según la voluntad, así las obras; según las obras, así el destino. Tampoco es necesario adentrarse en un ensayo sociológico sobre la condición atávica del habitante de esta tierra, dado en adular a quienes le pisan el callo. Un gentío puede tomar mañana la calle. Ojalá. El efecto no mejorará las soluciones anteriores, mientras se acelera esa maldita locura de hacer siempre lo mismo y esperar resultados diferentes.

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