Diario de León
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CUARTO CRECIENTE CARLOS FIDALGO
León

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L as profecías de Nostradamus, el médico y astrólogo francés que vivió en la Provenza a finales del siglo XVI, se parecen a las predicciones del horóscopo en los periódicos. Están escritas de tal manera que pueden servir para cualquier cosa.

Después del incendio de Notre Dame, —«la caja negra» de París, en palabras de Julio Llamazares, que llama rosas de piedra a todas las catedrales— y de la imagen dantesca que ha dejado el fuego en el tejado de uno de los símbolos no ya de Francia, sino de toda Europa, no han faltado quienes han revisado las cuartetas del adivino del Renacimiento en busca de los versos que anticipaban el desastre. Y los han encontrado, claro: «Un símbolo de la Cristiandad en Francia o España arderá en fuego purificador. Nuestra Señora (Notre Dame) arderá por todos nosotros y brillará en la lejanía. Con la entrada de la primavera una iglesia de todos los tiempos arderá por los pecadores». Y recuerdan esos rastreadores de profecías que Nostradamus es el nombre latinizado con el que se conoce a Michel de Nôtre-Dame.

No puede ser casualidad.

En estos tiempos de ‘fake news’ donde los bulos circulan por las redes sociales como el veneno, pocos se toman en serio, al menos, las profecías de Nostradamus. Lo mismo valen, y perdonen la expresión coloquial, para un roto que para un descosido. Y quienes se han molestado en estudiar con detalle sus textos han llegado a la conclusión de que nuestro hombre no tenía ningún poder sobrenatural y sus predicciones —desde el estallido de la Segunda Guerra Mundial al desplome de las Torres Gemelas de Nueva York— se deben a malas traducciones y malas interpretaciones, a menudo deliveradas, de sus escritos.

«El fuego quemará los símbolos que se han utilizado para el ego de los hombres y no en nombre de Jesús. Una gran iglesia se quemará para traer buenas nuevas», dice otra cuarteta del futurólogo. Y lo mismo sirve para Notre Dame, que para la catedral de León, que ardió en 1966, que para el templo gótico de Reims, bombardeado e incendiado durante la Primera Guerra Mundial; otro conflicto, por lo demás, que también anticipó Nostradamus, al que no se le puede negar su habilidad para jugar con la ambigüedad de las palabras y nuestra eterna estupidez.

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