Diario de León

TRIBUNA

Las ‘Viejaventuranzas’

Publicado por
Héctor Bayón Campos licenciado en historia
León

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E n los últimos tiempos «la vejez» no ha tenido muy buena prensa. Por lo visto, la senectud no vende demasiado. En cambio, la juventud es catalogada como «un divino tesoro». Estoy de acuerdo contigo, Rubén Darío; pero me gustaría decirte que «la juventud no es ningún privilegio, solo es un estadio biológico». Aunque en las redes sociales todos empezamos a subir fotos de cuando éramos (más) jóvenes. Es normal, la nostalgia siempre inundará nuestros pensamientos más íntimos. Pero no por ello deberíamos quejarnos de «ir cumpliendo años». Como se nos dice en la película de «El Rey León» es el ciclo de la vida… aunque a veces esta vida terrenal es una auténtica selva.

En las culturas antiguas tenían otra concepción sobre «la vejez». Fíjate la importancia que le daban a la senectud en Lacedemonia (Esparta) o en Roma que sus máximas magistraturas (la Gerusía y el Senado) estaban formadas por ancianos. Las comparaciones con «los Senados de hoy en día» son odiosas y hasta aquí puedo leer. A nivel político, las arrugas estaban muy bien consideradas. Eran sinónimo de buen juicio y templanza. Por el contrario, los jóvenes políticos eran mirados con recelo. Se les consideraba faltos de experiencia y de sabiduría; porque solo con los años, y mucho estudio, podrían aspirar a las magistraturas más importantes —¿qué contraste con la actualidad, no?—. Siempre hubo honrosas excepciones pero lo normal es que el prestigio y el consejo fueran asociados a los más mayores del lugar.

Sin embargo, la mayoría de los poetas antiguos consideraron a la vejez como algo odioso, como el final de un tortuoso camino o el puerto donde arribaban todos los males (y dolores) del ser humano. Exceptuando al romano Marco Tulio Cicerón que escribió un hermoso y laudatorio Tratado sobre la vejez, casi todos los literatos se lamentaban de la juventud perdida. Por poner un ejemplo, el griego Mimnermo de Colofón ya en el siglo VI a.C. escribiría: «Dura un tiempo muy breve, como un sueño, la juventud preciada. Luego, amarga y deforme, la vejez sobre nuestra cabeza está pendiente, odiosa al par que infame, que desfigura al hombre y, envolviéndole, daña sus ojos y su mente». Como ven, a los hombres y mujeres nos siguen preocupando las mismas cosas a lo largo de los siglos…

Llegados a este punto, usted puede pensar que estoy haciendo una alabanza de la senectud porque estoy en esta fase natural de la vida y necesito, de alguna manera, reivindicarme. Pero no, porque simplemente soy un millennial que de verdad cree que «la ancianidad» debe ser respetada y muy tenida en cuenta. Y como ya me he cansado de cuentos (capitales), ahora me gustaría actualizar un género literario que viene de muy antiguo. Las he querido llamar las ‘Viejaventuranzas’ del siglo XXI. En ellas, intento homenajear y honrar, con ligeras pinceladas de humor y varias dosis de realidad, a todos esos hombres y mujeres que se encuentran al final de esta importante obra de teatro llamada La Vida . Pueden ser leídas por personas creyentes, ateas, agnósticas etc. cuyas edades estén comprendidas entre los 0 y 110 años. Vamos, que están dirigidas a todos los públicos y edades…

—’Viejaventurada’ la madre que dijo a sus hijas: «Aunque quiero a vuestro padre si me pilla a mí esta época no me caso con él».

—’Viejaventurada’ el abuelo que advirtió a sus nietos: «No me subestiméis, que sabe más el zorro por viejo que por zorro».

—’Viejaventurada’ todas esas personas que, a pesar de la presión social, decidieron voluntariamente no tener hijos y fueron igual de felices. Aunque bueno casi siempre tuvieron sobrinos que incordiaban y preguntaban: «¿y la herencia pa´ cuándo?».

—’Viejaventurada’ el jubilado que comentó a sus amigos de la partida: «Me apuntaré a la Universidad de la Experiencia porque la cultura es el mejor equipaje para la vejez».

—’Viejaventurada’ la madre que reprendió a su hijo y le dijo: «No riñas al guaje por esta simple travesura porque tú también has sido un niño —muy travieso por cierto—, pero parece que ya no lo recuerdas».

—’Viejaventurada’ los abuelos que se animaron a bailar reggaeton, hip hop o trap —o como se llamen— en las fiestas del pueblo, porque ellos recibieron el cariño ilimitado de sus nietos.

—’Viejaventurada’ los progenitores que avisaron cariñosamente a sus hijos: «Os cuidaremos a los niños pero no olvidéis que sois vosotros los que tenéis que criarlos».

Y por último, ‘viejaventurados’ todos los que han estado, y están, orgullosos de «peinar canas», porque saben que envejecer es la única manera conocida de vivir muchos años…

P.D. Cuando llegue a «la vejez», si es que llego, y sea (algo) más sabio prometo escribir la segunda parte de esta Tribuna. Pero habrá que esperar porque todavía soy muy joven. Bueno, quizá no tanto…

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