Diario de León
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la situación en Navarra es compleja, y parte de la complejidad proviene de la presencia, como uno de los actores principales, de EH Bildu, la organización sucesora de Batasuna que representa al brazo político de a extinta ETA. La principal fractura, que es la establecida entre nacionalistas y no nacionalistas, se agrava con el radicalismo de Bildu y con la confrontación que mantienen entre sí Bildu y Geroa Bai, una coalición de fuerzas nacionalistas encabezada por el PNV. Produce cierta repugnancia la pervivencia de un partido que todavía se asienta sobre las cenizas humeantes de una ETA que ha cometido algo muy semejante a un genocidio para sostenerse y acabar siendo estrepitosamente derrotada por el Estado y la sociedad civil. Pero este es un estado de derecho, los estatutos de EH Bildu son impecables —condenan la violencia, venga de donde venga, incluida la de ETA— y, como ha dicho un barón territorial del PSOE. Se podrá detestar lo que es y significa Bildu, pero no tendría sentido que se permitiera que desempeñase un papel arbitral, que terminase imponiendo por reacción su criterio. Quien afirme que el PSN ha pactado con Bildu hará el ridículo, no sólo porque es manifiestamente falso sino porque, de ser cierto, los socialistas gobernarían en Pamplona.

La derecha aduce que Bildu no condena los crímenes de ETA, y tiene toda la razón, pero aun dejando al margen la evidencia de que quienes invocan ahora a estas alturas trasnochadas el franquismo tampoco han condenado los crímenes de la dictadura (al margen de la guerra civil y de sus víctimas, hubo más de 50.000 fusilamientos después de la guerra), es preciso reconocer con serenidad que ya se sabía que el final de ETA, el hecho de que los criminales dejasen de amenazar y de matar, no resolvería en el acto el conflicto político y social, por lo que es obligación de todos extremar el respeto al Estado de Derecho para que poco a poco se restaure la difícil convivencia allá donde el terrorismo fue más intensivo y dañino.

La transversalidad nacionalismo moderado-socialismo en el gobierno vasco, que se ha producido en largas etapas históricas, ahora trasladada a Navarra, ha limado muchas aristas, ha reducido objetivamente el volumen del independentismo y ha hecho cada vez más fecundo y habitable el País Vasco. No deberíamos seguir empeñando en alzar muros y en abrir de nuevo fracturas en territorios como Navarra que buscan afanosamente preservar la paz mediante imaginativas fórmulas de convivencia.

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