Diario de León
Publicado por
Isra Alva, filósofo
León

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Los estados no nos conceden la libertad. ¡Apañados estaríamos! La libertad se encuentra en uno mismo. Y, al igual que nuestra libertad no puede depender de un mostrenco gubernamental… una verdadera autonomía leonesa, berciana o cepedana, no se puede fundamentar (se puede discutir) en suplicar constantemente por una nueva burocracia. Bastaría recordar, en este punto, dos figuras jurídicas ya ganadas por el reino de León: La de Fuero: donde las personas empezaron a disfrutar de un espacio de mayor autonomía para desarrollar sus propios proyectos. Y la de Concejo: que permitía la gestión eficaz de los recursos de un pueblo mediante la toma de decisiones por parte de los vecinos: quiñones, molino, aguas, etc. Con estos antecedentes, pienso yo: ¿qué sentido tiene reclamar un andamiaje, si todavía no tenemos claros ni los cimientos? Entonces: ¿cómo se promueve una autonomía? De primeras, olvidándonos de estar siempre pendientes de recibir ayuda externa. ¡Eso no es autonomía! La autonomía no se mantiene con subvenciones, sino dejando a las personas que desarrollen sus ideas. Por tanto, la mal llamada «iniciativa privada» es la base que sustenta todo, y conviene no olvidarlo.

Y digo «mal llamada» por un doble motivo: Primero, porque la iniciativa siempre es privada y no necesita ser adjetivada. Y segundo, porque el concepto de «privado» tiende a despertar el desprecio de una mayoría: consideran lo público como lo bueno y lo privado como malo. Y verlo de esa forma no sólo es simplista, sino que trastoca la realidad por completo: lo público –una vez más— no puede estar por delante de los intereses y motivaciones de las personas particulares. Este pequeño «click» (no ser gobernados por nadie) tiene un poder mágico del que nuestros representantes nunca nos van a hablar. ¡Olvídense!

Si empezamos a ver no una tierra incapacitada (necesitada siempre de ayuda) sino una de oportunidades habremos ganado mucho

El famoso «empoderamiento» también sirve para los pueblos. Y si empezamos a ver el pueblo no como una tierra incapacitada (necesitada siempre de ayuda) sino como una tierra de «oportunidades»… ya habremos ganado mucho. Una tierra como la leonesa, ahora mismo, tiene todos los ingredientes para triunfar. Y si no está sucediendo así… es por falta de mentalidad. Eso es lo que tenemos que cambiar.

Mientras una minoría suficiente de leoneses no comiencen a creer en sí mismos y empiecen a abrirse paso (fuero) a través de esa maraña de trabas y aranceles… mientras una minoría suficiente no empiece a juntarse (concejo) y, de dentro a fuera, vayan expandiendo ideas y entusiasmo… mientras no avancemos por ese camino —me temo— lo único que conseguiremos es gastar nuestras escasas fuerzas. Sólo cuando arraigue un verdadero compromiso con la tierra (libre de todo prejuicio) y consigamos contagiarlo a pobladores presentes y futuros, locales y foráneos… sólo entonces los políticos, medios de comunicación y otros altavoces externos, se harán eco de ese floreciente éxito. Pero ya para entonces, nos dará igual lo que digan.

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