Diario de León

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Como consecuencia de la crisis sanitaria generada por el coronavirus en España, nos encontramos ahora inmersos en una enorme crisis económica —España en quiebra— y en una comprometida crisis social —las dos Españas—. Junto a ellas conviven otras dos crisis que no debemos ocultar ni olvidar, pues serán las que determinen la dirección que han de tomar las anteriores. Una de éstas es la crisis política que arrastramos desde que, por una chulería, una desmedida ansia de poder y con el fin de satisfacer su ‘ego’, Pedro Sánchez protagonizó un ‘golpe’, modelo moción de censura —‘su pecado original’—, con objeto de ocupar La Moncloa, apoyándose en lo más impresentable de la fauna política nacional. Crisis política agravada recientemente por la forma autocrática de gestionar la crisis sanitaria y por servirse antidemocráticamente del estado de alarma para consolidar ‘su’ proyecto personalista, caudillista e involucionista, aprobando normas al margen del poder legislativo.

La otra crisis a la que nos referimos es mucho más grave, profunda y prolongada en el tiempo que las anteriores. Se trata de una preocupante crisis moral que se detecta en todos los niveles de nuestra sociedad, desde el más simple, el que nos afecta como personas individuales, hasta los más complejos, como el familiar, educativo, recreativo, profesional, funcionarial, empresarial, sindical, institucional…, y que aqueja de manera particular al otrora socialismo democrático español, hoy desmantelado por el sanchismo y suplantado por un socialismo antidemocrático y preconstitucional. «No estamos ante una crisis constituyente, estamos ante una crisis ideológica y moral del socialismo» (C. Álvarez de Toledo).

La crisis moral en la que está sumida gran parte de la sociedad española debería ser objeto de reflexión, debate y denuncia pública —foro abierto—, por quienes estando investidos de autoridad moral, social, económica y cultural son referentes en diversos ámbitos

La inmoralidad con la que actúa políticamente el sanchismo es escandalosa. Es difícil engañarnos acerca de lo que vemos; sin embargo, es bastante fácil mentir sobre lo que nos ocultan. El des-Gobierno del ‘Tramp-as’ —Trump, en inglés americano— esconde la situación real de una España en quiebra, rota y dividida, para fabricar un falso relato sustentado en la mentira y en la falta de transparencia.

Un relato que los mercenarios monclovitas pretenden imponer a través de las engrasadas terminales mediáticas adictas al sanchismo para que veamos los hechos, no como realmente son, sino como quieren que así los veamos.

«Saben los nuevos profetas de la comunicación que el mundo no es como es, sino como lo vemos… Es la asunción mental para aceptar lo inaceptable» (A. Robles).

Aceptar la burda mentira como verdad absoluta. Los casos de degradación de la realidad protagonizados por el socialcomunismo gobernante en los pocos meses de des-Gobierno pseudoprogresista son numerosos: cerrar el Portal de Transparencia para no informar de la acción del Gobierno, tapar el Delcygate con mentiras y nocturnidad, instrumentalizar la Fiscalía General del Estado y la Abogacía del Estado para defender causas particulares de altos cargos, crear caprichosamente direcciones generales para colocar a correligionarios y a amigos de la infancia, negar la identidad de los miembros del comité de expertos que supuestamente han asesorado la lucha contra la pandemia, suscribir oscuros contratos con jugosas comisiones, desacreditar a una institución más que respetable como es la Guardia Civil cesando a uno de sus altos mandos por cumplir con su deber de respetar la ley, utilizar las puertas giratorias para apesebrar en empresas públicas a exdirigentes socialistas y sindicalistas afines, acusar a la oposición de alentar el golpismo, presumir de haber salvado 450.000 vidas ficticias y por el contrario falsear los 45.000 fallecidos por coronavirus, retorcer muertes en residencias para desestabilizar y asaltar el Gobierno de la Comunidad de Madrid, pactar con los bilduetarras a la vez que se establecen cordones sanitarios a los partidos constitucionalistas, afirmar que «España tiene tantos muertos por Covid porque en España está Madrid». ¡Antes ETA que la derecha!, vocean los que creen que la moral es un árbol que da moras…

Inmoral es, pues, elevar la mentira a la categoría de normalidad. «Sanchismo en estado puro. Sin escrúpulos ni titubeos. Todo consiste en señalar al enemigo y ahogarle en inmundicia» (J.A. Vara). Una sociedad sin moral, desprovista de valores éticos, sin referentes, y si quienes deberían serlo tienen como principio único el más inmoral de los principios, el que dicta que ‘el fin justifica los medios’ -todo vale contra el adversario-, es una sociedad en decadencia, degenerada y enferma. La estrategia del rupturismo pasa por impartir ‘su’ moral desde las instituciones.

La crisis moral en la que está sumida gran parte de la sociedad española debería ser objeto de reflexión, debate y denuncia pública —foro abierto—, por quienes estando investidos de autoridad moral, social, económica y cultural son referentes en diversos ámbitos intelectuales y sociolaborales: filósofos, teólogos, académicos, comunicadores, escritores, educadores, profesores, empresarios, directivos… Crisis moral que debería ser diseccionada y analizada desde el más amplio consenso social, utilizando la educación como herramienta irrenunciable para su resolución, terapéutica poco propicia de aplicar por la instrumentalización sectaria que el socialcomunismo gobernante pretende hacer con su propuesta de reforma del sistema educativo. Difícilmente puede diseñarse la ‘España 2050’ si previamente no se acuerdan los pilares —principios morales y valores éticos— sobre los que asentar proyectos de futuro y políticas a largo plazo que permitan avanzar como sociedad unida, cohesionada y estable.

Prefieren dictar a reflexionar, ordenar a pactar. Sánchez gana, España pierde.

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