Diario de León

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Misterioso reino de Siam

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León

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HA sido peliagudo, pero muy necesario, diferenciar las masas encefálicas y los conductos aferentes de dos niñas de Guatemala que se habían presentado en sociedad gestionadas por una sola cabeza. En representación de la Humanidad, y seguramente del sentido común, unos médicos de Los Ángeles acometían la hazaña quirúrgica que nos libra de un lío filosófico insoportable y de un rompecabezas sociológico y social. El embarazo era para los demas, pendientes de esa monstruosa comunidad. En primer lugar, una cabeza compartida arroja demasiadas dudas sobre la responsabilidad de cada usuario del alma eterna e incluso sobre la localización física de ésta, que los científicos más cibernéticos situaban al fin entre dos o tres repliegues del cerebro. Las consecuencias son escalofriantes para la claridad de ideas. En el plano moral, ¿los siameses pueden ser buenos, malos, bueno-malo, malo-bueno...? En el plano lírico, si en algún punto del binomio surgiera una metáfora, ¿quién sería el autor a efectos de «copyright»? En segundo lugar, la impostura destroza las estadísticas socioeconómicas. ¿Con qué valor hablar, por ejemplo, de renta per cápita o de cabeza de familia? Cabe, por último, prever una pesadilla que puede cobrar cuerpo en cuanto los siameses, si así los guía su vocación geopolítica, tengan edad de viajar en patera. Imaginemos que se encierran en la Universidad de Sevilla. ¿Cómo se arreglará para contarlos el ministro de expulsiones correspondiente? El número de cabezas no coincidirá con el número de esposas. Son razones más que suficientes para que lo que Dios unió, lo separe el hombre. En cuanto logran la ansiada autonomía, los siameses dejan de depender uno de otro. No tienen que trasvasarse mutuamente y además pueden matarse entre sí, como si uno fuera judío y otro palestino.

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