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El tiro por la culata

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EN la calle Génova tenían diseñada la campaña para desgraciar a José Luis Rodríguez Zapatero. La consigna era muy concreta: descalificar a Zapatero por «eludir el debate más importante del año». Una campaña demoledora, a la que pondrían altavoces los medios afines o al servicio del PP. Estaban felices. Daban por hecho que Rodríguez Zapatero, líder de la Oposición, no se atrevería a subir al estrado del Congreso, escondiendo su inmadurez e incapacidad aunque Aznar no se batiera como primer espada. Los prólogos eran, cuando menos, miserables. Hace dos años, algún canalla de la pluma y de la televisión se ensañó con Rodríguez Zapatero, al asignarle la cobardía, mientras agonizaba su madre en el Hospital General de León. En pocas ocasiones he vomitado con más asco la degradación profesional. La gaviota azul ofreció lo peor de su costumbre: pudo y debió rectificar su vuelo, pero se creció como un tarzán estúpido. Descerrajó los candados de los últimos portavoces, entre ellos los del propio Aznar, que se apuntó al derribo de Zapatero; el presidente del Gobierno, digo, elevó su desprecio al mismo nivel orgánico de su partido: Rodríguez Zapatero no tiene nada que decir, carece de alternativa y, por ende, no será portavoz en el debate sobre los Presupuestos Generales para el año próximo. José María Aznar, su grupo en el Congreso y el portavoz, Cristóbal Montoro, quedaron en fuera de juego cuando Zapatero subió a la tarima para defender el modelo presupuestario del PSOE. Quedaron en ridículo. Zapatero dio un bofetón a las cuentas de 2003, sobre todo a la falta de gasto social. Lo bordó. Calificó de «antisociales y antiguos» los Presupuestos Generales y defendió la receta de no gastar más, sino de gastar mejor. Eludió la frialdad de los números para centrarse en el corazón de los Presupuestos, no creíbles y descerebrados. A Cristóbal Montoro se le cortó la respiración: nervioso y desfigurado, tartamudo e inseguro, se enrocó en el equilibrio presupuestario, en el cacareado «déficit cero». Su único recurso fue el desprecio y el insulto. Una gran pobreza argumental, evadiéndose por la gatera de que Zapatero «hacía teatro». Política y teatro son indisociables. Lo único que se exige es que los confabuladores tengan talento. Rodríguez Zapatero, como el Moisés de la modernidad, anunció los «diez objetivos prioritarios» como alternativas a los presupuestos del año próximo: investigación y desarrollo, inflación, vivienda, empleo estable, empresa, política social, seguridad, discapacitados, Gobierno y corrupción. En resumen: el PP quedó en fuera de juego. No sé si sus presupuestos para el 2003 son los mejores. Eso corresponde a los técnicos. Lo que ha quedado claro para cualquier visionario político es que el portavoz del Gobierno ha sido el peor. Zapatero le mandó a pedir sin ningún esfuerzo. Al Gobierno le salió esta vez el tiro por la culata.

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