La larga sombra de Felipe

LOS socialistas están que no se lo creen. Están como si hubieran ganado ya las elecciones. Hablan con tal seguridad de su victoria, que parece que tienen encuestas secretas que la anuncian. Dan ganas de coger el teléfono y llamar a José Blanco: «Pepe, no os paséis, que todavía falta año y medio». Ellos lo saben. Lo que ocurre es que, para proclamar bien proclamado un candidato, hay que hacerlo con entusiasmo. Hay que salir a comer el mundo. Y Zapatero no sólo fue proclamado. Fue ensalzado. Fue ungido. Fue glorificado. Hoy, martes, el PSOE no es el mismo del último sábado. El sábado había dudas sobre su coherencia. Se sospechaba que el felipismo segaba la hierba bajo los pies del secretario general. Hoy, el PSOE es un partido unido en torno a su líder. No se observa ni una fisura. El sábado era un partido con poca confianza en el futuro. Hoy es un partido que ha recuperado la confianza en sí mismo. Por primera vez en muchos años percibe que tiene un líder, sin guerras internas y con fundadas esperanzas de recuperar el poder. Para ello, Rodríguez Zapatero ha tenido que pagar un precio: presentarse como defensor de la obra de Felipe González. No podía ser de otra forma. ¿Se imagina alguien a Aznar criticando a Fraga sólo por el hecho de aparentar que llega una nueva generación? Pues a Zapatero le ocurre lo mismo con su maestro Felipe. Y creo que sorteó bien el de- safío: en lo más oscuro, que es la corrupción, «se ha aprendido la lección» y no habrá más aprovechados. Esto, que está lleno de lógica, está también llamado a abrir la jaula de las fieras. Hablarán más de Felipe y su larga sombra sobre el PSOE que de política social. Es decir, que volveremos a la crispación. Porque el nombre de Felipe todavía crispa inmensamente a la derecha. Y la derecha cree que, sólo con invocar su nombre, puede volver a ganar.