Diario de León
Publicado por
Arturo Suárez-Bárcena, abogado y escritor
León

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«¿Tiene usted enemigos? No, padre, ya los fusilé a todos». (Un general en su última confesión).

Un tal John Doe/Gary Cooper —en realidad la idea no era suya, sino del padre de la coprotagonista, pero nos vale la pena ahora entrar en pormenores— proponía algo así como un espíritu navideño universal, perpetuo, donde todos los ciudadanos se ayudarían unos a otros más allá del día señalado, y la cosa acabó como no podía ser de otra manera, tras el éxito popular, se politizó el asunto y los prebostes que financiaron la operación acabaron montando un partido para reclutar a todos los clubs de Juan Nadies que se habían fundado. Esto, o algo muy parecido, ya los vimos con los indignados de la Puerta del Sol, que de tan cabreados con el mundo y lo suyo dejaron que el Marqués de Galapagar se pusiera al frente de la manifestación en nombre de todos y para todos, y así pasó lo que tenía que pasar, y cuando se dieron cuenta, ya tenía casoplón y hasta niñeras.

Hemos tenido más John Doe a lo largo de la historia, desde el propio Jesucristo, hasta los franceses, que quisieron hacer de la fraternidad una emoción universal pero terminaron en su época de terror tirando de la guillotina, que no fue eléctrica, como propondría después el propio Valle-Inclán para darle más fluidez y agilidad al asunto, lo que nos lleva a pensar que las ideas grandilocuentes, pasado un tiempo, acaban justo en sus antípodas.

Muchos años después, en un artículo, casi a modo de despedida, nos propuso el último Cela algo más asequible, más al alcance de cualquiera, y es que no nos odiásemos más allá de nuestras propias fuerzas, que además desgasta mucho, porque he aquí que el hombre busca necesariamente un enemigo o muchos enemigos que le dan sentido y fuerza en la vida, parece que no se puede vivir sin enemigos, y así vive el hombre, odiando, o al amparo del odio, que bien pudiera ser un título del Hollywood más clásico, y son estos enemigos los que acaban sacando lo mejor del individuo, sin ellos la sensación de vacío sería absolutamente insoportable, tan insoportable que a muchos les llevaría a dar el grito más expresionista de Munch. Góngora nos dio al mejor Quevedo y viceversa, Gibson y Fender, Coca-Cola y Pepsi, y así podríamos continuar hasta la generación más reciente de odiadores profesionales, los haters, que son ya el odio gratuito y perpetuo, y sin embargo resulta que si no tienes unos cuantos haters no eres nadie, toma ya.

Pues bien, lejos ya de ingenuidades, y mucho más realistas, estrechando la mano del difunto gallego, nos conformamos con encarar un 2023 sin enemigos íntimos, donde el enemigo, al menos, quede relegado al olvido o la distancia y no en el cuerpo a cuerpo más brutal, nos conformamos con eso.

Sin embargo, a lo lejos, resuenan los truenos de Ucrania, en los supermercados las parejas se amenazan con la bolsa del rodaballo que servirán en la última cena del año, con los nervios a flor de familia, y en los noticiarios nos dicen que ha muerto otra Julieta acuchillada por su Romeo, ya ven que tampoco nos va a resultar tan fácil, pero podemos intentarlo.

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