Diario de León
Publicado por
Bouza Pol, escritor
León

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Ya escribí, más de una vez, que «la lucha de clases y de intereses nunca ha sido deporte olímpico», pero hay que intentar que sí lo sea y, cumpliendo las reglas de juego, proporcione concordia, solidaridad y un verdadero progreso del bien común. Todos debemos colaborar en la «felicidad» general, y de manera especial están obligados los funcionarios y los políticos.

A los leoneses nos están tomando por el pito del sereno y, sin embargo, en vez de salir al ring y competir a tope, nos limitamos a hacer posturitas, sombras, guantes: lucir un ratín nuestra sin igual guapura y destreza para que los demás se chinchen. Afortunadamente, no ha sido el caso de don Teodoro Martínez Sánchez, exalcalde de Villadangos y exdiputado Provincial de Cultura, que sí supo pensar, trabajar, luchar y perseverar en beneficio de todos, como demuestra con absoluta claridad el magnífico Polígono Industrial de Villadangos del Páramo.

Dejar los asuntos «manga por hombro» y a la vez quejarse de todo, es una pérdida de tiempo que sólo conduce al fracaso y a la melancolía. El fracaso es macho y la melancolía es hembra, gemelos o mellizos que, en realidad, solo tienen buen predicamento en la buena literatura de algunos poetas y escritores.

Me parece evidente que El Norte de Castilla , fundado en 1856, y los escritores de la Generación del 98, como Unamuno, Azorín y Ortega y Gasset, tienen mucha culpa del menosprecio mostrado a la Historia del Reino de León. Decir que León es Castilla o que Zamora siempre fue castellana, es una gran ignorancia (a veces intencionada, maliciosa y cruel) que debemos combatir con argumentos razonados, sin mentiras, sin insultos, pues, incluso Concha Espina, en su novela La esfinge maragata , publicada en 1914, caía en el «error» de llamarnos castellanos, una y otra vez, a los leoneses, en general, y a los astorganos-maragatos, en particular. ¡Y menos mal que vivió algunos meses en Castrillo de los Polvazares para entrar en ambiente y documentarse!

Muchos son los escritores, profesores y periodistas que han robado la Historia de León para beneficiar la Historia de Castilla, Fernando Aznar, por ejemplo, que en la página 66 de su libro España Medieval, musulmanes, judíos y cristianos, a Urraca I de León (1109-1126) la transforma en Urraca de Castilla, y en la página 88 cuenta que era hija y sucesora de Alfonso VI de Castilla. Mete la pata José María Pemán en la página 148 de su libro Mis conversaciones con Franco, publicado en 1976, al referirse a nuestro Guzmán el Bueno llamándole castellano, y también Paco Umbral (el protegido de Miguel Delibes y Camilo José Cela), que nos llama «castellanos-leoneses» en su novela Las ninfas , ganadora del premio Nadal de 1975.

Si queremos que nos tomen en serio y nos respeten, no podemos apoyar la cerrazón de algunos «iluminados» que arremeten sistemáticamente contra Castilla (Valladolid no es lo mismo), llegando hasta el extremo de vilipendiar a Isabel la Católica e intentar hacer una revisión histórica partidista, sin fundamento, para tildarla de «mala madre», de «madrasta» que promueve un espíritu nacionalista español, cerrado, que se enfrenta a los ciudadanos de las tierras periféricas de España con tanta crueldad que consigue acrecentar, cada vez más, el separatismo de catalanes, vascos, gallegos, valencianos, baleares, canarios...

A finales del siglo XIX, coincidiendo con la caída del precio del trigo en los mercados internacionales, los egoístas e insolidarios catalanes ricos piden al Gobierno protección para sus tejidos, pero no quieren comprar el trigo peninsular.

En 1896 don Santiago Martínez Maroto publica el libro La crisis agrícola y pecuaria en España , y propone crear un partido nacional, agrícola, tradicionalista, católico, castellano y «anticatalán», pues los intelectuales, los propietarios agrícolas, los harineros y toda la industria agropecuaria, en general, están muy hartos de los abusos que sufre y soporta Castilla y toda la España interior.

Las culpas hay que repartirlas bien, leer todas las páginas de la Historia, todas, y analizarlas como hacen los contables con las cuentas, con pragmatismo y verdadero conocimiento del Debe y del Haber.

Los de la capital han perdido demasiado tiempo mirándose el ombligo, pensando y funcionando como si la ciudad de León, ella sola, fuera el Reino, y todo lo demás sus «dominios». ¿Acaso ya reconocen que no han tenido la sabiduría ni el valor de defender el Archivo de la Guerra Civil de Salamanca, ni la Fiesta de los Toros, tan querida en la provincia «charra» y en la Zamora del héroe leonés Bellido Dolfos?

Así es muy difícil «recuperar» estas dos leonesas provincias. También hay que recordar que ha sido el PSOE de Rubalcaba, y Ciudadanos, de Rivera, los que querían acabar con las diputaciones, y lo llevaban en sus programas. ¿Qué sería de León sin su Diputación?

En Villafranca sigue habiendo calles dedicadas a los Reyes de León y banderas de León en el balcón del Ayuntamiento, Centros de Enseñanza, Biblioteca y demás organismos públicos.

Arremeter contra el Consejo Comarcal del Bierzo, contra la S.D. Ponferradina, contra el acervo cultural del Bierzo, es una gran temeridad, un sinsentido y una injusticia mayúscula, pues El Bierzo ha dado mucho, ha recibido muy poco (en realidad nada), y si sigue con León es porque quiere.

Hace muchos años, cuando visitaba León y mencionaba la Provincia de Villafranca, los «enterados» capitalinos me miraban como si estuviera «chalao»: jamás habían escuchado hablar de ella. En mayo de 2010, el Ayuntamiento berciano de Castropodame, su alcalde, el socialista Julio Anta, tuvo el valor y el alto honor de ser el primero en dedicar una calle a la desaparecida Provincia del Bierzo, con capital en Villafranca (en realidad Provincia de Villafranca con capital en Villafranca). El Partido del Bierzo (PB) había hecho la propuesta en un pleno municipal que apoyaron PSOE y PP mientras el Concejal de la UPL votaba en contra (siguiendo órdenes de León), y fue el único que faltó al solemne Homenaje. Los concejales del PSOE y del PP, en esta ocasión votaron juntos y se enfrentaron valientemente a las posibles reprimendas de sus jefes de León y de Valladolid.

Si de verdad se quisiera vertebrar la Provincia de León, unirla y potenciarla, se debería empezar por conocerla, comprenderla, y no insistir en las descalificaciones, en los insultos. Las gentes de El Bierzo subieron una y otra vez el Manzanal y repoblaron las tierras pobres y maltrechas de la meseta que estaban más en contacto y en lucha directa con los invasores árabes. Por eso todavía hoy siguen vivos pueblos como «Bercianos del Páramo»; «Bercianos del Real Camino»; «San Pedro Bercianos», «Bercianos de Vidriales», «Bercianos de Aliste», «Bercianos de Valverde». El Bierzo, por su microclima benigno, por la feracidad de su tierra, por la abundancia de agua y por otras muchas característica propias, siempre estuvo más poblado que las tierras altas, frías y secas de la meseta. Por eso aportó tanto al mantenimiento secular del Reino de León. Ahora, en la ciudad de León y alrededores viven muchos miles de bercianos.

Si el Gobierno de España nos va a decir lo que es vedad y lo que es mentira, apañados vamos: no tardará en ser delito hablar bien de los 18 grandes Reyes de León, tan católicos y de derechas, que, en permanente lucha contra los moros, reconquistaron España. Se están imponiendo malas leyes que van contra el buen sentido común. Los legisladores, con gran ignorancia y frivolidad, se olvidan de que la ley, cualquier ley, debe ser clara, concisa y concreta, pues, lo que está claro no admite ni necesita interpretación; que la carga de la prueba siempre tiene que recaer sobre el que acusa, demanda o denuncia; que todos somos iguales ante la ley; que es imprescindible respetar y apoyar la presunción de inocencia del acusado; que en caso de duda siempre se favorecerá al reo. Esto que digo es tan elemental, tan de andar por casa que ni siquiera hace falta recurrir a Montesquieu y El espíritu de las leyes. Ya hace mil quinientos años que Justiniano, en su Digesto, proclamó: «El derecho es el arte de lo bueno y de lo justo», axioma que, desgraciadamente, se incumple con harta frecuencia. Nuestra Constitución es muy clara, dice: todos los ciudadanos, mujeres y hombres, somos iguales.

En consecuencia, si viviéramos en una democracia real, verdadera, se evitaría caer en la tentación de querer modificar la ley a través de la puerta falsa de un posible partidista Tribunal Constitucional, que, sin ser competente, pudiera burlar la Constitución y, antidemocráticamente, impedir al pueblo de España, a todos los españoles, las consultas o referéndums que la propia Ley Máxima establece, dicta y exige.

En España, algunas leyes son tan malas que intimidan a las personas honradas y dan alas a las indecentes. «Por Castilla y por León Nuevo Mundo halló Colón». Entonces, los catalanes y los vascos eran muy poquita cosa.

Tan culpable como el que mata es el que tira de la pata.

El que esté libre de culpas...

Con toda Burbialidad.

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