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Casi todos los estudios realizados en los últimos años sobre la práctica religiosa en España registran una tendencia descendente y sitúan la asistencia a la misa dominical en torno al 10%. Los análisis socio-religiosos ponen de manifiesto la creciente desafiliación religiosa. Sin embargo, cada Miércoles de Ceniza las iglesias se llenan a rebosar. Si bien la asistencia a misa dominical ronda el 10% en cualquier domingo, ese número se duplica con creces el Miércoles de Ceniza y los domingos de Cuaresma y se llenan las calles al paso de las procesiones. Esta asistencia masiva va directamente en contra de las observaciones de los expertos y analistas sociales que afirman que la mayoría de los españoles están apartados de la religión. Cada Cuaresma nos demuestra que eso no es del todo cierto.

Para saber verdaderamente por qué una persona acude a la iglesia el primer miércoles de cuaresma a recibir la ceniza, habría que entablar un diálogo con esa persona preguntando y escuchando. Las razones de este fenómeno suelen ser tan variadas como el número de personas que acude a esta ceremonia. Como señalaba la Lumen Gentium , «Todos los fieles, cualquiera que sea su condición o estado, son llamados por el Señor, cada uno a su manera» (n. 11). Cada historia es única, y cada razón es distinta. Aunque aparecen varias coincidencias al hablar con la gente que ayudan a comprender mejor este fenómeno aparentemente contradictorio.

Para aquellos abrumados por la vida, el estrés y la ansiedad, las preocupaciones de salud mental o física, la incertidumbre económica, y muchos otros problemas, la Cuaresma ofrece la oportunidad de reencontrarse, de tener un tiempo de paz y de reflexión. Incluso entre aquellos que están desconectados de las instituciones religiosas, existe un deseo de conectar con la trascendencia, con la presencia de Dios. El enfoque en la vida y la pasión de Jesús, las oraciones y devociones simples pero profundas de la Cuaresma, las procesiones de Semana Santa y la experiencia tangible de la ceniza sobre la frente hacen revivir la fe, aunque haya estado adormecida. El objetivo de comprometerse con algunas prácticas cuaresmales y en especial con la imposición de la ceniza les da a muchas personas la seguridad de que están cumpliendo con la tradición de sus mayores. Algunas de las cosas más comunes que se escuchan en la Cuaresma son «Esto me recuerda a mi familia» y «Hago esto porque soy católico». Muchos reciben la ceniza o participan en algunas tradiciones de la Cuaresma porque son tradiciones transmitidas por la familia y porque así honran a sus padres, familiares o cofradías a las que pertenecieron desde niños. Estas prácticas desarrollan un sentido de pertenencia, que es algo muy atractivo para aquellos que se sienten solos y marginados.

En un tiempo de gran aislamiento y soledad, la Cuaresma nos recuerda que hay muchos otros caminando por el mismo camino. Si aquellos que tienen más responsabilidad en la iglesia comenzaran a ver la Cuaresma como un momento de gran evangelización y acompañamiento misionero, se podrían cambiar algunas de estas prácticas ocasionales por una conducta más duradera. Para algunos, la Cuaresma es una experiencia de 40 días, que se desvanece una vez que llegue la Pascua. Para otros, es solo una cosa de las procesiones y del triduo santo. Y para muchos más, se reduce solo a una hora más o menos en el Miércoles de Ceniza.

Muchos de los asistentes a la ceremonia inicial de la Cuaresma no regresarán a la iglesia hasta el próximo año. Pero imaginemos qué pasaría si toda la gente de la iglesia estuviera atenta a quienes se reencuentran el Miércoles de Ceniza, a los que procesionan tras los «pasos» de su cofradía o simplemente a los espectadores de las procesiones. Conocer la historia de un recién llegado y tender la mano para apoyarlo en sus alegrías y penas puede contribuir en gran medida a convertir un regreso ocasional en un retorno a la fe de forma duradera. Todos podemos hacer algo. Pequeños pasos nos pueden llevar lejos. Las abrumadoras estadísticas sobre la desafiliación religiosa pueden parecer insuperables, pero si solo unos pocos comenzaran a participar en el acompañamiento misionero del Miércoles de Ceniza y durante la temporada de Cuaresma, la realidad religiosa podría cambiar.

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