Diario de León
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Es «cervantista» el que admira a Cervantes, lo lee, lo estudia, lo menciona con frecuencia y lo divulga. Yo he hecho, y hago, todas estas bellas cosas, pero ¡líbreme Dulcinea de atribuirme tan altísimo honor!

El 27-7-2009, en un digital en el que tuve el honor de ser uno de los primeros colaboradores de opinión, se publicó mi artículo Pasarlo a limpio , que dice: Leí las Novelas ejemplares de Cervantes a los doce años, en una edición del año 1876, que conservo. También empecé a saborear «El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra novísima edición con notas históricas, críticas y gramaticales, de la academia española, Pellicer, Arrieta, Clemencín, Cuesta, Janer, etc. etc. aumentada con El Buscapié, anotado por D. Adolfo de Castro, adornada con 300 grabados intercalados, láminas sueltas, y el retrato del autor grabado en acero, Madrid. Agustín Jubera, editor, calle Campomanes,10, año 1887».

Me encantó «El Quijote», este segundo «Quijote» de mi vida, que vivía en un gran libro de muchas páginas y de tapas duras, pues, el primero había sido «Las mejores Aventuras de Don Quijote de la Mancha» en un Álbum, una colección de 144 cromos, que «Es una exclusiva de Arte Comercial Nervión, precio 4 pesetas». ¿Cuánto me gastaría en los cromos, con tantos repetidos, sin apenas posibilidad de intercambio con «otros chavales» para completarla…? Conservo este Álbum en bastante buen estado, a pesar de lo mucho que lo vi, lo leí, y lo utilicé, pero me falta el cromo número 49, el que dice: «Allí a muy poco vieron lo que era, porque descubrieron hasta veinte encamisados, todos a caballo, con sus hachas encendidas en las manos; detrás de los encamisados venía una litera cubierta de luto. Esta extraña visión, a tales horas y en tal despoblado, bien bastaba para poner miedo en el corazón de Sancho, y aun en el de su amo».

En mi biblioteca hay muchos «Quijotes», muchas Obras Completas. Está Wenceslao Fernández Flórez, Blasco Ibáñez, Benito Pérez Galdós…, y mucha, mucha poesía, poesía a borbotones porque, como dijo Andrés Trapiello: «La verdadera lengua de la poesía está en el corazón. La emoción es privilegio de la verdad, de los hombres más fuertes. El que llora sabe más del mundo que el que nunca conoció las lágrimas».

En mi libro de artículos periodísticos Picotazos Liberales , del año 2006, está el titulado Que vuelva don Quijote con su lanza, publicado en Tribuna de Diario de León el 26-1-1991. En su parte final dice: «Que vuelva don Quijote con su lanza/ montando con orgullo a Rocinante,/ y entable combate desigual en buena hora/ contra pillos, tartufos y farsantes,/ que envueltos en boato y ceremonia/ arrancan con el santo y la limosna,/ se estiran, se encogen, se menean,/ le quitan el pan a Sancho Panza/ y asedian con lujuria a Dulcinea». Estos versos también están en mi libro Petar de proesía, que es prosa y poesía.

En el ya citado Picotazos Liberales (prologado por Mario Amilivia González) está también el artículo titulado Apartad de mí ese premio, publicado el 13-1-2005 en Bierzo 7. En él digo: «Sépase que, desde la más tierna infancia, le tengo ojeriza a aquel Fénix de los ingenios, don Félix Lope de Vega Carpio, porque, a mayores de gran literato y versificador que disfrutó de todos los premios, fue también un gran vividor, soberbio y orgulloso, capaz de las mayores bellaquerías. Él presidía en 1.613 el jurado calificador de aquel certamen poético que en loor de Santa Teresa se celebró en Madrid y concedió a don Miguel de Cervantes el «tercer premio» consistente en unas «medias de seda». Pues sí, don Lope de Vega, siempre envidioso y hosco con el autor de El Quijote, quiso humillar al más grande, al inmortal, al mejor patriota español. ¿De qué color serían las medias?

La penuria económica de Cervantes, su soledad, contrasta poderosamente con la insolencia del poderoso y encumbrado don Lope, que luego se metió a cura, recibió el capelo de Doctor en Teología y la Cruz de la Orden de San Juan. Sin embargo, el de Alcalá de Henares murió sin premios y sin títulos honoríficos, siendo un pobre y humilde hermano de la Tercera Orden de San Francisco, congregación que todavía hoy goza de buena salud en Villafranca, dirigida por «Berto, el pimiento».

En las primeras páginas de mi novela La Diosa del Cúa , publicada en el 2011, está escrito: «Dulcinea, la ingrata Dulcinea, ni un solo gesto de amor ni de ternura tuvo para don Alonso, y su fiel y desquiciado Quijote murió sin tenerla, sin el consuelo de la verdad de sus ojos, de su voz, de su aliento...

Miguel de Cervantes agonizó abandonado, solamente con su propia tristeza y con toda la de sus queridos personajes».

El 12-2-2009, en mi artículo Varietés , está escrito: «Al mejor escritor, a Cervantes, también se le cayó un borrón, en Lisboa, apenas incorporado Portugal a la Corona de Felipe II. Allí pecó, sufrió de amores bravíos con una mujer casada, Ana Villafranca (del Bierzo no), con la que tuvo una hija natural, Isabel de Saavedra, que vivió con él algún tiempo en Valladolid. ¡Vaya por Dios!».

En 2016 escribí: «Todos los españoles, y muy especialmente los de mi pueblo, deberían saber que el villafranquino Fray Martín Sarmiento (Pedro José García Balboa) descubrió en abril de 1752 que Miguel de Cervantes Saavedra había nacido en Alcalá de Henares (Madrid)».

El 17-2-2022 en mi relato Máximos Honores, publicado en Aff2Toral, dice: «De repente vi, allí mismo, al lado de mi puerta, a Norberto Beberide, sí, al genial don Norberto que, sin darme tiempo a respirar, me pegó un fortísimo abrazo de gigante, de mago. Un poco más allá, en el medio de aquel largo pasillo, contemplé a Pedro Mamparo, que calzaba sus tradicionales alpargatas blancas con piso de esparto y cintas atadas a las piernas, y Aniceto Aira Pérez con su hermano Faustino «Charitas», en posición de descanso, y Ramón López Figueroa «Pilitas» que no paraba, y ahora atusábale el bigote a mi admirado amigo el gran «desfacedor de entuertos» don Alonso de Quijano, el agradecido hijo del mejor español, del más grande, el divino don Miguel de Cervantes Saavedra. A su lado Dulcinea, Sancho, Inés, El Cid, y el Moro. Detrás de ellos, apiñados, todos los Cabezudos, en silencio, saludando con los brazos en alto, sin frotar los dedos índice y pulgar para pedir unas monedas.

Pronto me repuse de la sorpresa, me di cuenta que no era un sueño. Entonces anduve aquellos pocos pasos de distancia que nos separaba. Conseguí arrodillarme, sin caerme, ante mi señor don Quijote, le besé las dos manos (no llevaba la lanza), y le dije:

—Es el máximo honor que puedo recibir, que no esperaba. Vos habéis venido a visitarme, y con su ilustrísima y gallarda honestidad está todo lo más principal e importante de Francavilla, que en este gran momento histórico ha dejado de ser Envidiafranca.

Don Quijote, me correspondió con gentil y elegante reverencia, me miró de hito en hito, con sonrisa clara en su relajado ceño, y díjome:

—Levante, señoría, valiente caballero de prodigiosa pluma, no humille su excelsa figura ante la mía, pues, he de ser yo, y lo soy, quien se postre ante la divina majestad de su excelsa y pertinaz locura. Amado soñador, querido escritor, aquí va mi fuerte abrazo de español a español, de buen hidalgo inmortal a gentil caballero del Burbia, gran amante de España y colosal desfacedor de entuertos nuevos.

Abrazámonos don Quijote y yo en total silencio, con el solo sonido del latir de nuestros emocionados corazones. No era ocasión de aplausos ni bombas de gran palenque, ni de música de gaitas, ni del trupurrunpuntún palillos de madeira…

«Hoy no estoy para muchos trotes…, mañana cabalgaremos de nuevo, Dulcinea» («Siempre que sueño saco sobresalientes»).

A mis ilusiones siempre las he llamado dulcineas.

Podría seguir, pero no quiero aburrir a los lectores ni a los cervantistas de verdad, como José Francisco Montero Reguera.

«Si la gente fuera más cervantista sería menos extremista».

En España nos sobran partidos, necesitamos y queremos enteros.

El que esté libre de culpas...

Con toda Burbialidad.

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