Diario de León
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Considerado uno de los padres del nacionalismo gallego, el médico Castelao tenía nombre de rey leonés: Alfonso. Además, como los «reyes» deben ir siempre muy bien acompañados, al nombre principal le siguen otros dos, Daniel y Manuel, y un primer apellido, Rodríguez, que es corriente. Sin embargo, Castelao, apellido materno, parece proceder de «castelau», tal vez «palabriña» derivada del latín, o del «leonés» o «llionés», pero, en realidad, con etimología castellana (y si no fuera así, tampoco pasaría nada, ¿ou sí?).

El caso es que leyendo, una vez más, Un ollo de vidro, memorias dun esquelete, editado por Galaxia y rematado de «imprentar» en los talleres gráficos de Faro de Vigo el día 16 de mayo de 1964, víspera da Festa das Letras Galegas, me vienen las dudas de si Castelao sabía escribir el idioma Gallego. En la página 13, encima del corro de esqueletos que bailan cogidos de la mano, dice: «Pra mín tódolos esqueletes son o mesmo». Este «pra», y este «tódolos» según la Academia Gallega de las Letras, ya no es correcto. Y no lo es desde la reforma del 2003, pues igual que doctores tiene la Santa Madre Iglesia los tiene la Academia Gallega, que ya en 1987-1990, gobernando Fernando González Laxe, hizo una «normalización lingüística» que después de muchas discordias terminó sentenciando que el pulpo, el de todas las ferias y mercados, cocido en caldera de cobre, tendría que llamarse «polbo», con «b» de bueno, no de burro, pues, al ser un idioma de tradición oral, todos los «falantes» éramos «boas persoas» pero ignorantes (lo de «pobla», «puebla», y «proba», fue casi de risa, pero ahí quedó «A Proba do Caramiñal»). Al llamarle polbo al pulpo de toda la vida, la natalidad gallega en vez de medrar se vino abajo, y ya no parece fácil de arreglar, pues cuando la mujer dice: «¡Votemos un polvo, Amaro!, el rapaz, sorprendido por la sinceridad femenina y sobre todo por la divergencia entre el gallego hablado y escrito, exclama: «¡qué dices, mujer, si hoy no es día de feria, tendrás que escribírmelo para que me entere bien y no pueda haber equivocación!».

La culpa no puede ser por haber sido el habla de Rosalía (que también escribía en castellano) un idioma de tradición oral con muchas variantes, lógicas y normales, entre distintos grupos sociales y comarcas. En el Bierzo siempre nos hemos entendido y apañado bien hablando con la gente de Cervantes, del Barco de Valdeorras, y hemos sabido diferenciar el pulpo del polvo.

«Eu falo galego cando me peta», y lo escribo también. Tanto es así que el domingo 6 de agosto en el bonito parque Charo González de La Bañeza, en Poesía para Vencejos, doña Esther Ruvira, al presentarme, dijo que escribía en castellano y en gallego, cosa que quedó patente cuando recité mi poema «Quérote así», delante de galardonados poetas, autoridades, y más de quinientas personas. Dije que el gallego también es idioma de León, y me aplaudieron con entusiasmo.

Se puede ver el video en YouTube.

Y si en La Bañeza, que no hablan gallego, son tan tolerantes y cariñosos, seguro que en Vega de Valcarce también, a no ser que algún paisano ya esté muy cansado de que le den la turra diciéndole que «fale galego», cousa que leva facendo desde casi siempre, pero sin querer que se lo impongan.

Los «leonesistas» de la capital de la provincia y de sus alrededores deberían apreciar, más y mejor, a estas buenas personas galego-falantes que se sienten leoneses y lo dicen con satisfacción y orgullo, a pesar de estar abandonados por la Diputación, por la Junta y el Gobierno central. Estos paisanos del Bierzo oeste, occidental, tan queridos y solicitados por Galicia y tan abandonados por León, son más nobles y fieles al Viejo Reino que muchos «capitalinos» que se pasan la vida sin tener con ellos más consideración que la de explotarlos, pero, claro, ahora, como pretenden una «Autonomía Uniprovincial», el Bierzo es imprescindible, pues poca cosa sería esa hipotética Autonomía de León sin integrarlo. A un servidor, tradicional defensor del gallego en el Bierzo, no le parece mal ni bien que se haga una doble rotulación, castellano-gallego, en las señales de tráfico, de tal manera que los peregrinos del mundo puedan leer y saber que Pereje también es Perexe.

El problema real no es que no se tolere el gallego en León, sí lo es que el castellano sea perseguido en Galicia por los que se declaran nacionalistas, que siendo una minoría ni siquiera admiten una Galicia bilingüe. Por motivos de trabajo (además de por vacaciones, placer y cariño), conozco toda la comunidad, en especial las provincias de Lugo y Orense (Orense, la Atenas de Galicia). Durante siete años viajé mucho y nunca tuve problema con el idioma, pues me expresaba en gallego. La gente sonreía y decía: «Habla usted un buen gallego, pero no es de por aquí, no tiene el acento; y acto seguido me contestaban en castellano. Desgraciadamente, no pasaba así con los funcionarios, por eso escribí: «No hay nada más dañino para la convivencia que un funcionario galleguista empeñado en hacer pasar por el aro a todos los seres de este mundo».

Me gusta la libertad y no admito la imposición, en especial cuando se trata de algo injusto. El idioma debe servir para comunicar y convivir, y no quiero que se utilice como agresiva herramienta política, tanto si es la ultraderecha separatista de Puigdemont como la ultraizquierda separatista de ERC. En mis libros está presente, en mayor o menor medida, el idioma gallego que se habla en el Bierzo. En este idioma he recitado versos en el Recorrido Romántico por la Ciudad de León, he participado en Filandones y he publicado cuentos y relatos. Las editoriales de Galicia, casi siempre subvencionadas, me exigían un gallego normalizado.

Castelao escribía el gallego sin «normalizar», que entiendo bien. Murió dos meses antes de nacer yo, y si hoy viviera, seguramente no sabría si escribir «moíto» o muito». Ahora recuerdo que dejó escrito: «Pásame niste mundo de hosos y esqueletes o que me pasaba no outro cos negros, que todos parencíame iguales». Aunque era también un destacado dibujante y humorista, esta frase hoy no sería aplaudida.

El que esté libre de culpa... Con toda Burbialidad.

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