Diario de León
León

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Decía Shakespeare que la vida es teatro. Bien podría decirse que el teatro es vida. En él caben todos los géneros, desde el drama al sainete, la farsa o la pantomima, desde la comedia a la tragedia, la ópera, la opereta, la zarzuela y hasta el auto sacramental. Aunque a veces se emplea la palabra teatro para referirse a algo ficticio, falso y chanchullero, siendo estas actitudes humanas bien conocidas, al final todas hacen parte de la verdad de la vida, del teatro auténtico. Hago este preámbulo para reflejar lo que ocurre en una facción política de este nuestro país, dispuesta a interpretar, mejor a vivir en realidad, todos esos géneros arriba referidos. Pongámonos en situación, españolitos de todas las Españas: Pasen y vean, gocen y sufran, depuren sus conciencias, rásguense las vestiduras, atrévanse con arias de la ópera seria y de la bufa, canturreen estribillos zarzueleros; es decir vivan el teatro que a continuación comienza levantando el telón.

Acto primero. El corifeo, alias Pedro el mendaz (que ha dejado pequeños con sus mentiras a Pinocho, lo mismo que al Lazarillo en su astucia, a los personajes cervantinos Rinconete y Cortadillo en su habilidad y al mismísimo Monipodio, presidente de la hermandad, «padre, maestro y valedor de rufianes»), se dirige a su coro hablándoles de esta manera: Vuesas señorías, estamos obligados a encontrar, no digo buscar, sino encontrar, repito, una solución satisfactoria al problema generado por la pandilla de fascistas y retrógrados que han privado a nuestro partido de una mayoría absoluta en las últimas elecciones, lo cual nos exige alianzas con el resto de los partidos progresistas, como nosotros. Acto seguido se oye un comentario a media voz: ¿No se estará pasando, jefe, en la valoración que hace de las elecciones?

—¿Quién ha hablado, quién ha osado cuestionar mis palabras? Se oye un murmullo, un bisbiseo trufado de miradas acusatorias.

—Ha sido el de siempre, que todavía está algo enganchado con la lógica, la ética y el respeto al adversario. Vamos, cosas raras.

El portavoz de la voz de su amo apostilla: Dejémonos, primero de cuestionar al jefe, y segundo de pamplinas éticas y estéticas. Dejad de pensar por vuestra cuenta y menos de discutir. Sabed que el pensamiento único ha de dirigir nuestras acciones. Una vez conocido el resultado se procederá, por supuesto, a construir el relato único.

El coro: Hágase según la voluntad de nuestro jefe y señor, de nuestro jefe y señooor.

El corifeo, esponjado, continúa: Bien, se trata de engañar, perdón en qué estaría yo pensando, de convencer quería decir, a esa pandilla de iluminados, chantajistas y pirados de que solo nosotros podemos satisfacer sus sueños, porque de la derecha y de la ultraderecha nada de nada. A todo decidles que sí, que ya me encargaré yo de alargar lo prometodo «ad calendas graecas».

—¡Qué tío!, sabe hasta latín, farfulla, escupiendo varios fonemas, una miembra montera y montaraz.

—De acuerdo con decir a todo que sí, pero ¿qué hacemos si nos preguntan por el sí es sí? El corifeo aprieta con fuerza la mandíbula en señal inequívoca de cabreo. Ya sabéis que mi postura favorita es el no es no, pero si hay que apechar y tragarse el sapo defenderemos el sí es sí a pesar de la mierda que nos ha caído encima por su culpa (y más que nos caerá).

—Pues yo creo que podríamos utilizar el «depende», que a miña terra galega da mucho juego, de verdad. Y sumar es mejor que restar, remata aprovechando la ocasión.

—Pero, ¿quién es ésta que no es de nuestro partido y no para de sonreír sin ton ni son haciendo carantoñas y poniendo ojitos al jefe?

—El jefe la necesita y la tiene embobada. Le hace creer que es importante y ella se lo ha creído, y además hace lo que él le diga por la cuenta que la trae, que el momio es el momio.

El coro: Tú a todo di que sí, tú a todo di que sí. Y si es necesario añades dos huevos duros, o treees.

—A ver, ¿qué hago yo?, pregunta mostrándose dispuesto a todo un personajillo entregado a la causa.

—Esa es la actitud, sí señor, le sonríe el corifeo. Tú vete al Parlamento Europeo y convénceles para que se hablen allí todas las lenguas e idiomas hispanos, que eso es un tanto a nuestro favor en las negociaciones con la banda. Diles que nosotros haremos lo mismo en las Cortes. Por cierto, va a ser un espectáculo escuchar, nosotros que nos entendemos perfectamente en la lengua de Cervantes, las traducciones del «oye tú, pues anda que tú; lo que yo te diga, copón...»

Acto segundo. El corifeo señala: A ver tú, «Sin peliño», convence a los europeos, no digo engañar solamente, que también, sino convencerlos de que nuestra economía es lo mejor de lo mejor, y más que va a ser aplicando nuestras medidas progresistas a tope.

—De acuerdo, así lo haré por la cuenta que me trae, jefe (lo que tiene que hacer una para medrar).

—Tú que eres catalán de Cataluña, consigue poner de acuerdo a esa jaula de grillos y promételes el oro y el moro, incluida la extensión de su nación hasta Almería si hace falta. Eso sí, todo dentro de la Constitución. Que, si hay que cambiar las leyes, se cambian dentro de la legalidad…

—¡Collons! Responde el catalán. Me pides algo muy difícil, y máxime ahora que el ratón amarillo se ha echado al monte y se cree Napoleón.

—Lo sé, lo sé, pero depende de ti que todo salga bien. En caso contrario (el corifeo hace un gesto pasando el pulgar de la mano, de izquierda a derecha, por su cuello), tú mismo.

El coro: Que todo salga bien, que todo salga bien, según los deseos y órdenes de nuestro señooor.

El corifeo, señalando a la «flor de las praderas»: Mira a ver si arreglas esas desavenencias entre Rusia y Ucrania, pero cuidando de que no paguemos los platos rotos. Trata de que ganen los dos y así nos apuntamos un tanto. Por primera vez, el corifeo no ha dado órdenes tajantes, seguramente porque la «flor de las praderas» tiene de su parte a las Fuerzas Armadas, y eso, quieras o no, impone.

Acto tercero y último. La tensión va en aumento, se oyen gritos y lamentos desgarradores provenientes del fondo del escenario donde resuenan, aún después de tanto tiempo, los tiros en la nuca y las carcajadas macabras de los asesinos.

El corifeo: No hagáis caso, olvidaos del pasado, de un terrorismo superado. Ahora todos son hombres de paz, demócratas hasta la médula. Un poco crecidos al considerarse superiores sí que están, pero ya se sabe que siendo de Bilbao… Solo quieren ondear su bandera al lado de la nuestra. Nada hay de malo en ello. Sed generosos con ellos en la negociación, decid a todo que bai. Luego se hará todo lo prometido, dentro de la Constitución, la vigente o la que hagamos a nuestro gusto. Eso ya se verá.

El coro: Que todo se haga según tu voluntad, que todo se haga según tu voluntad (por el interés te quiero, Andrés). Tuyos somos, a ti te lo debemos tooodo, nuestro jeeefe y señooor.

Ya ven, de la comedia a la tragedia no hay más que un paso. ¿Y viceversa? Finalmente se oye en lontananza, de forma compungida, un lamento sincero: «Perdona a tu pueblo, Señor, perdona a tu pueblo, perdónale, Señor».

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