Diario de León

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Las obras públicas se alejan en demasiadas ocasiones de unos mínimos de transparencia que parece exigible en cualquier acción de la administración. Aquello de que se sabe cuándo empiezan pero muy difícilmente en qué momento se acabarán se cumple con demasiada reiteración. El caso del Palacio de Deportes de León se está convirtiendo en un auténtico paradigma de todo esto. Los plazos iniciales hace tiempo que se sobrepasaron notablemente. Los reiterados anuncios sobre la posible conclusión de los trabajos resultan ya bochornosos. Y lo peor de todo, es que la obra se realiza con una permanente falta de transparencia sobre qué ocurre en realidad, lo que invita incluso a pensar que cualquier sospecha puede acabar siendo realidad. El perjuicio a usuarios y clubes es claro. El fracaso del proyecto de mejora es evidente. E incluso se ha intentado parchear tapando la boca al Ademar con dinero, con una desigualdad de trato también injustificable.

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