TRIBUNA
Las causas de la guerra de Ucrania que nunca te explicaron
El gobierno de Yúshchenko y Yulia Tymoschenko se ahogó en el nepotismo y la corrupción, dando como resultado que, en 2010, ganase Yanukóvich

En 1962 aviones espía norteamericanos avistaron en Cuba rampas para el lanzamiento de misiles. Tres años antes había triunfado la revolución castrista, que había acabado por alinearse con la Unión Soviética, la superpotencia nuclear antagonista de los Estados Unidos.
Como a Kennedy no le hacía ninguna gracia tener misiles soviéticos tan cerca de territorio estadounidense, decretó el bloqueo naval de la isla para impedir que los barcos de la URSS llegasen a Cuba con el material necesario. La intervención de las Naciones Unidas y la mediación de Juan XXIII consiguieron que Khrushev renunciara a instalar los misiles que amenazaban territorio norteamericano. Hasta aquí, ¡todo correcto! En 1989, cuando cae el muro de Berlín, Mihail Gorbachov estaba preocupado porque la unificación alemana implicaba la expansión de la Otan en el territorio de la antigua RDA. En 1990 James Baker, el secretario de estado norteamericano, le garantizó que la Otan no se expandiría hacia el este si la URSS permitía la unificación alemana. En 1991, cuando se disuelven la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia, empiezan los incumplimientos por parte de la Otan : en 1999, se incorporaron Polonia, Hungría y la República Checa; en 2004 Estonia, Letonia, Lituania, Bulgaria, Rumanía y Eslovenia. En todo caso, los planes firmados por Bill Clinton implicaban la extensión de la alianza hasta Ucrania, según nos cuenta Jeffrey Sachs. En 2002 la Otan empieza a instalar misiles en Europa Oriental, lo que hacía posible un ataque de decapitación sobre Moscú. Como Rusia era un país debilitado, no le quedó más remedio que transigir. La nueva Ucrania comprendía territorios que históricamente siempre habían sido rusos, como Crimea, y más de doce millones de rusohablantes dentro de sus fronteras. En este difícil equilibrio cultural y político parecía lógico mantener buenas relaciones con el vecino del este, quien también era su principal socio económico. Los partidarios de Víktor Yúshchenko, en 2004, con apoyo del Departamento de Estado norteamericano, consiguieron mediante la «Revolución Naranja» que se repitieran unas elecciones que inicialmente daban la victoria a Víktor Yanukóvich, partidario de mantener buenas relaciones con Moscú. El gobierno de Yúshchenko y Yulia Tymoschenko se ahogó en el nepotismo y la corrupción, dando como resultado que, en las elecciones de 2010, ganase Yanukóvich, que no era partidario de entrar en la Otan y sí de la neutralidad. Ya sabíamos que la «Revolución del Euromaidan» de 2014, que provocó la caída de Yanukóvich, había sido organizada por la subsecretaria de estado, Victoria Nuland, y ahora sabemos que lo fue con fondos de Usaid. Fue en este momento cuando empezó realmente la guerra de Ucrania, con la independencia y posterior anexión a Rusia de Crimea y con la rebelión del Donbass, violentamente reprimida por el gobierno ucraniano de Petró Poroshenko, quien también reprimió la utilización de la lengua rusa. Para tratar de resolver esta situación de guerra abierta dieron comienzo las negociaciones de Minsk que, como reconocieron los líderes occidentales, no fueron más que un intento de ganar tiempo para armar a Ucrania mientras se bombardeaba el Donbass. En 2019 los Estados Unidos rompieron el Tratado de Fuerza Nuclear Intermedia, por lo que Putin, en 2021, propuso un acuerdo en base a la no expansión de la Otan. Debemos tener en cuenta además que Moscú está a menos de 1.500 kilómetros de la frontera ucraniana a través de una inmensa llanura. El rechazo de la oferta rusa supuso el comienzo de la Operación Militar Especial en Ucrania. Si, en 1962, los misiles soviéticos en Cuba suponían una amenaza existencial para los Estados Unidos, ¿por qué tenemos que pensar ahora que los misiles de la Otan en Ucrania no suponen una amenaza similar para Rusia?