Diario de León

EL RINCÓN

Del Excalibur al bolígrafo

Publicado por
Manuel Alcántara
León

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Nuestros antepasados de Atapuerca morían jóvenes, a pesar de que ninguno fumaba. En la llamada Sima de los Huesos se han encontrado ya 4.000 fósiles de humanos que vivieron hace unos 400.000 años, trimestre más, trimestre menos. En tierras burgalesas tenemos el mejor yacimiento de cadáveres del mundo. Un orgullo que ahora se acrecienta con el hallazgo de un hacha de cuarcita roja, delicadamente tallada, que ha maravillado a los paleontólogos. Consideran que formaba parte de un rito funerario, lo que demuestra que también a los hombres primitivos les extrañaba eso de tener que morirse. A la memoriosa hacha de piedra la han llamado Excalibur, que es el nombre de la espada mágica, quizá porque con ella se pinche y se corte el remoto pasado. ¿Tenían ya aquellos seres primitivos alguna forma de religión, no menos confortadora y engañosa que las actuales?, ¿sabían, como el Calígula de Camus, que los hombres se mueren y no son felices? A partir de la venerable lápida de Atapuerca pueden hacerse muchas conjeturas y algunas deducciones. Menos da una piedra. De momento, sabemos que en la inmensa necrópolis convivían, o conmorían, fósiles humanos y restos de osos. También había restos de leones, linces, lobos, gatos y zorros. La prehistoria debía de ser un parque zoológico. Nadie podía consolarse por aquel entonces leyendo a Séneca y no sólo porque Séneca no había nacido, sino porque no sabían leer. No podían entender, por lo tanto, que la muerte y nosotros son cosas incompatibles. Si estamos, no está ella, y si está ella no estamos. ¿Llorarían los hombres de Atapuerca? Está claro que para reírse tenían pocos motivos. Coincide esta noticia con el descubrimiento de un bolígrafo electrónico capaz de memorizar la escritura manual. Un ingenioso canutito que puede almacenar hasta cuarenta páginas manuscritas que luego pueden ser transferidas al ordenador. Un portentoso avance de los hombres primitivos de ahora mismo, pero mientras tengamos que morirnos nada fundamental habrá cambiado.

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