Diario de León
Publicado por
Javier Tomé
León

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Creyentes o no, lo único que sabemos con certeza sobre el tránsito al más allá es que, cuando uno se muere, suele ser para bastante tiempo. Y con el plus añadido de que los errores judiciales ya no pueden remediarse, una vez puesta en marcha esa maquinaria de la muerte que es el atajo más directo hacia Dios. Así lo ha entendido George Ryan, gobernador del Estado norteamericano de Illinois, conmutando de un plumazo la última y definitiva pena a 160 condenados para los que, al menos de momento, el cielo puede esperar. No es que mister Ryan, republicano por más señas, se haya convertido en el ángel benefactor del colectivo de reclusos a la espera del puntillazo final, sino que considera el sistema de pena de muerte «minado por el demonio del error, error en la determinación de culpabilidad y error en la determinación de quién entre los culpables merece morir». Algo que todo el mundo sabía, pues tienes bastantes más posibilidades de ser sentenciado al matarile si eres negro y pobre que si, por poner un ejemplo inocente, tu apellido es Bush y te dedicas a las quiebras fraudulentas y chanchullos en tus negocios de petróleo. Aquí en España y en su afán de tratar de borrar en lo posible el infame rastro del Prestige, el Gobierno se ha subido al carro del palo y tentetieso para terroristas, delincuentes comunes e incluso emigrantes, contando desde luego con el apoyo mayoritario de la opinión pública. Una táctica de pedalear y pedalear para que la bicicleta no se caiga, cuyos efectos prácticos en la represión de la inseguridad ciudadana presentan al día de hoy más incógnitas que evidencias.

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