Diario de León

CRÓNICAS BERCIANAS

Guerra y paz

León

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Diez mil bercianos dijeron el sábado «No a la guerra». Este grito es fácil de abanderar, es el más sencillo de defender. Es más, nadie, ni siquiera los más villanos la quieren, porque siempre se pierde. El no a la guerra es un grito primario, de sentido común, de superación de la historia, que parece no querer terminar. Pero, a pesar de los gritos proféticos, el ciclo no es capaz de abrirse. Hay un lema mejor: Si a la paz. Sus incondicionales creemos que hay que buscarla a cualquier precio. Pero, ¿qué paz? o ¿qué guerra? Las palabras cambian según quién las use. Para Franco, España vivió bajo su régimen cuarenta años de paz. ¿De veras? Personalmente, habría preferido que el juego de fuerzas internacional hubiera sido otro. Realmente, la vida de muchas personas de mi familia y de tantas otras -de la de la mayoría pues la libertad es el oxígeno para nuestra dignidad, la que nos hace humanos, es lo único que justifica nuestra vida- habría sido mucho mejor si una fuerza exterior hubiera instaurado por la fuerza la democracia. Esa paz no me vale y, sin embargo, habría apoyado la guerra que hubiera evitado a mi abuelo el calvario de la cárcel, presenciar la muerte y el asesinato de sus amigos, el exilio de sus hermanos y, sobre todo, el miedo y la claudicación. Porque, para eliminar la guerra no basta con no hacerla y, sobre todo, la paz no está ahí, a nuestro alcance, como un fruto instantáneo; porque, aunque veneremos el ejemplo de Gandhi, el que nos salvó del horror fue el belicista Churchill. La realidad es que Sadam Husein ha violado un armisticio. La realidad es que Bagdad lleva trece años desafiando a la comunidad internacional. La realidad es que Irak ha violado la resolución 1.441. La realidad es que el sátrapa ha intentado comprar uranio y ha usado armas químicas para masacrar a parte de su población. La realidad es que los actos genocidas de este dictador dejarían en pañales los cometidos por Hitler. La realidad es que su ayuda de campo amenazó a todos los españoles con consecuencias imprevisibles después de reunirse con el Papa. Nadie quiere la guerra. Estamos de acuerdo en que hay que superarla. La humanidad debe avanzar, debe hacer el esfuerzo para conseguir que para llegar a la paz no haya que pasar esa aduana. Todos queremos un mundo más justo. Todos queremos que la libertad no sea un bien de lujo. Vamos en esa dirección. Pero, el problema es que la competencia ya no es perfecta. Ya no hay un equilibrio de fuerzas que garantice la Destrucción Mutua Asegurada y, paradojicamente, esto ha convertido el mundo en un lugar más inseguro. Por eso la firmeza con el tirano que vulnera de manera sistemática todas las leyes internacionales debe tener carácter ejemplarizante, porque debemos avanzar hacia un mundo edificado en la razón y porque tenemos la obligación moral de compartir la conquista de la libertad. SI se cu

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