Diario de León
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León

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I yo fuera Sadam Huseín desconfiaría de quienes quieren desamarme porque me están diciendo que me van a atacar en todo caso; me piden que destruya mi arsenal en vísperas de que el ejército más poderoso de la tierra arroje sobre mi país la cantidad más ingente de bombas de todas las guerras que ya ha habido. No parece muy razonable la posición de Bush, Blair y Aznar porque equivale a exigir al dictador iraquí que facilite el trabajo de los marines norteamericanos. Con esos antecedentes, Corea del Norte haría muy bien en fabricar rápidamente más bombas atómicas antes de que le llegue el turno en la erradicación de la nómina de los componentes del eje de mal. El asunto de esta crisis, cada vez tiene más vertientes siquiátricas. Está muy bien que el precio del incumplimiento de las resoluciones de Naciones Unidos sean acciones militares, sobre todo como expectativa para detener los asesinatos y la barbarie del Ejército de Israel. En los últimos días más de treinta palestinos han caído abatidos por las balas del ejército de Ariel Sharón, en acciones de castigo por el último atentado suicida. Israel detiene a los familiares de los terroristas suicidas, convirtiendo la responsabilidad penal en un asunto colectivo de familia, lo cual es un avance importante en la dirección de los mismos criterios por los que Hitler quiso eliminar de la faz de la tierra al pueblo judío. Con estas dos varas de medir los incumplimientos de las resoluciones de Naciones Unidas, el concepto que el mundo árabe tendrá la próxima invasión de Irak no ofrece muchas incógnitas. El ejército de Israel tiene por norma disparar sobre los servicios médicos que atienden a los heridos por sus primeros disparos, por eso hay tantas víctimas en las ocupaciones de los campamentos. Tal vez Aznar en su último encuentro con George W. Bush haya podido inspirarle al presidente norteamericano un poco de prisa en la solución del problema palestino que ofrece como señuelo para la invasión de Irak. Sobre todo porque hasta ahora, los sucesivos gobiernos de Israel han gozado del veto de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad cada vez que les ha hecho falta. El problema de Sadam Huseín no es su naturaleza de sátrapa. Su único problema real es no ser amigo del presidente norteamericano ni disponer de grupos de presión financieros y mediáticos en Estados Unidos. En realidad no es demasiado lo que separa a Sadam y a Sharón, aunque es cierto, aunque resulte incomprensible, que los israelíes votan a este energúmeno para que sea su jefe de Gobierno. Tengo la secreta esperanza de que el mundo cambie hasta lograr un tribunal internacional que juzgue por genocidio al primer ministro de Israel.

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