Diario de León
Publicado por
Federico Abascal
León

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La fuerte ofensiva angloamericana se abría paso ayer en su camino hacia Bagdad debilitando la resistencia de algunas unidas selectas del ejército iraquí, mientras los mercados bursátiles de Occidente celebraban sesiones al alza como si dispusieran de terminales informativas en los frentes de operaciones. Y el petróleo, valor clave en este conflicto, descendía hasta 25 dólares el barril, lo que reflejaba una esperanza ponderable en un cercano fin de la guerra. Desde un buen conocimiento de la situación bélica en Irak, Aznar aseguraba ayer que vivimos y vamos a vivir en los próximos días «horas muy cruciales para que este conflicto termine, y termine cuanto antes». La noche anterior le había ofrecido el líder socialista Rodríguez Zapatero «un punto y aparte en la contienda política nacional» siempre que el presidente del Gobierno modificase su postura, a favor de la paz, obviamente. Era una contraoferta de consenso a las ofertas, cuatro al parecer, que Aznar le había lanzado, pero tanto uno como otro desde sus posiciones irreductibles, ofreciendo la mano a cambio de la rendición. El punto y aparte en la refriega política no es de momento previsible, al discurrir las relaciones entre el Gobierno y la oposición no sólo sin puntos y seguido sino prácticamente sin comas, en una reiteración fatigosa de argumentos opuestos. Las fotografías de la tragedia humana estaría sacudiendo, por otra parte, la conciencia de todos los seres humanos, políticos incluidos, aunque el ministro y dirigente «popular» Javier Arenas afirmaba ayer que el único que debería tener problemas de conciencia es Sadam Huseín, por no haberse desarmado, añadiendo que «a lo mejor tienen problemas de conciencia» los que no han presionado a Sadam para que se desarmara«, señalando presumiblemente al pacifismo en general y a la oposición pacifista en especial. Visitará España dentro de un mes el Papa, quien ayer sostenía desde el Vaticano que Dios no deja el mundo en manos de los perversos, ni la Historia en manos del destino, del caos o de las potencias opresoras. Puede añadirse que sólo la fe entiende los silencios de Dios, por lo que tal vez en ese silencio haya sido y siga siendo tan fuerte y sonora la oposición de Juan Pablo II a esta guerra. Es de esperar que haya terminado cuando nos visite, pues siempre será menos horrenda una posguerra, por compleja que resulte, que una contienda militar que nos facilita día a día imágenes de tantas víctimas inocentes, siendo tan pocos los culpables. Posiblemente sólo cuando la guerra termine sea posible el punto y aparte que Zapatero ofrecía.

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