ARREBATOS
La última oportunidad
EN 1950, la ONU utilizó por primera vez la resolución 377A -Uniendo para la paz- y dio a Francia e Inglaterra una semana de plazo para que abandonaran el suelo de Egipto. Desde entonces, la misma resolución ha sido utilizada en diez ocasiones, casi siempre a petición de Estados Unidos. La 377A permite convocar una asamblea extraordinaria de las Naciones Unidas cuando falla el Consejo de Seguridad. Este es el nuevo camino emprendido desde el pacifismo para intentar parar la masacre emprendida hace ya dieciseis días. La guerra había comenzado mucho antes. El pacifismo es esa niña saharaui que el jueves portaba una paloma blanca en la manifestación de León, por más que se empeñen filósofos y teleoradores en predicar que la gente va sin saber lo que significa paz. Ella pertenece a un pueblo desterrado en el pedregal de Tindouf, víctima de la ONU, deseosa de abandonar la misión de una vez por todas para que Francia y Estados Unidos se repartan como quieran las concesiones del Sáhara Occidental. El pacifismo son las madres que portan pancartas contra la guerra porque ellas saben o intuyen que nada puede ser más cruel que la pérdida de un hijo. El pacifismo son los trabajadores y trabajadoras que piensan que hay que parar la economía para que la economía reinante deje de lanzar bombas para llevarse el botín del petróleo. El pacifismo son quienes hablan sobre las oscuras razones de la guerra: la lucha sangrienta del dólar, debilitado, contra el euro. Irak adoptó el patrón europeo como moneda de cambio para sus ventas de petróleo. Los vínculos de Bush y su equipo de halcones con las empresas petroleras. La imposición del poder de un imperio capaz de generar una pobreza inmensa en su propia país: millones de pobres y millones de excluídos de la Seguridad Social. El pacifismo son quienes creen y dicen, porque la palabra tiene poder, que otro mundo es posible. (Sí a la paz, no a la guerra) (Sí