Gratis total

CADA VEZ estamos más convencidos de dos cosas: la primera de que el tabaco es el enemigo número uno de la salud, y la segunda de que el enemigo número dos son los pelmazos que se empeñan en que dejemos de fumar. Prohibir su venta en los estancos sería una buena medida, pero como miden al céntimo de euro lo que se recauda en impuestos, no tienen el valor de adoptarla. Prefieren gastar algún dinero en campañas publicitarias disuasorias, a sabiendas de que no disuaden a nadie, porque en este tipo de campañas siempre hay alguien que se lleva algo. Ahora, Sanidad propone la gratuidad de las terapias antitabaco, pero omite decir cuáles van a ser. La única infalible que conozco y he propuesto alguna vez, por cierto sin el menor éxito, es sencillísima y barata: consiste en encender el cigarro y llevárselo a los labios por la parte donde está la lumbre. A las pocas chupadas puede comprobarse que aspirar esta planta de la familia de las solanáceas puede ser dañino. El Plan Nacional de Prevención del Tabaquismo, que no sólo ha sido aprobado, sino que ha merecido una calificación muy alta, tiene prevista la financiación de los tratamientos. Es conmovedor que doña Ana Pastor esté más preocupada por nuestra salud que por la de ella, pero no nos parece del todo bien que para disminuir el consumo de este veneno legal y de efectos tan lentos en algunas personas, haya llegado a la conclusión de que lo mejor es subir el precio de las cajetillas. ¿Qué se pretende?, ¿que dejen de fumar los económicamente débiles para que puedan presumir de tener unos pulmones fuertes? «En todos los trabajos se fuma», solía decirse, y eso de trabajar es algo que siempre ha hecho el ser humano. (En Atapuerca han aparecido herramientas de hace millón y medio de años. Lo que no han aparecido son colillas. Aquellos tipos primitivos no conocieron el placer genial, sensual y no pudieron esperar fumando. Morían muy jóvenes, de otra cosa). Ya es sospechoso que quieran darnos algo gratis total, como no sean consejos.