Diario de León
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RAMÓN PI
León

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LA SALA de Vacaciones del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco autorizó una manifestación que había prohibido el Gobierno autonómico, alegando que la solicitante era una particular, y que no estaba probado que tuviera relación con la ilegal Batasuna. Naturalmente, la manifestación acabó con un mitin de Arnaldo Otegui, una bandera española incendiada y gritos a favor de ETA, como todo el mundo preveía, me imagino yo que también el propio Tribunal, que no estará, digo yo, compuesto por marcianos, y hay cosas previsibles, y ésta era una de ellas. Los jueces es que son así. Escarmentados por las abundantes experiencias negativas y por sus tormentosas relaciones con el Tribunal Constitucional en materia de derechos fundamentales, se atienen a la interpretación más extensiva posible a favor de su ejercicio. Si luego pasa lo que pasa, que se inicien otras actuaciones. Pero cosas de éstas no pasan sólo en España. El tribunal regional de Linz, en Austria, ha archivado un proceso contra un ciudadano que llamó «negro de mierda» a un refugiado africano, por considerar su conducta ciertamente reprobable, pero ajena a los cargos concretos de racismo y atentado contra la dignidad humana que se le imputaban. El tribunal argumenta que esta clase de insulto no entra en el tipo preciso del racismo, que es otra cosa, y que llamarlo de este modo tan feo puede atentar contra su honor, pero no contra la dignidad humana, porque contra ésta se atenta, según la ley, si se pone en cuestión el derecho a existir, cosa que no se daba en este caso. Incluso el propio tribunal, en su auto, pone ejemplos: si el agresor verbal hubiera dicho «hay que gasearlos a todos», entonces, sí; pero no dijo eso, sino que, individualmente, lo llamó «negro de mierda». Tenían que haberlo acusado de lo que podía ser condenado. Si lo acusaron mal, mala suerte. Yo, supongo que como cualquier lector, me he irritado al leer ambas noticias. Pero si me dieran a elegir entre lo que ha pasado o que los jueces se fueran plegando al discurso dominante de cada momento interpretando extensiva y aún metafóricamente las leyes, qué quieren que les diga: prefiero haberme enfadado por esto. Me dicta esta actitud un indefinible, pero muy agudo, instinto de conservación.

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