Diario de León
Publicado por
EMILIO GANCEDO
León

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Una vez, de pequeño, me dio por calcular la edad que tendría en el año 2000 —cuando según mis Don Mikis y Copitos todos íbamos a viajar en platillos volantes y contar con solícitos perros-robot— y me pasé un buen rato contemplando con asombro y raro temor esos dos dígitos inmensos: 23. Una edad que se me antojaba lejanísima, cósmica, casi imposible imaginar el tipo que sería entonces, y me entraba el vértigo del tiempo aventurando las pintas que llevaría, si tendría o no un loro de cabeza azul, de qué color me saldría la barba y qué portentosos inventos habría ingeniado para entonces.

Aquello de los 23 llegó y pasó, y cayeron también otros diez más, y acaba de arribar uno a una edad todavía más solemne y amedrentadora que por cierto anda muy de actualidad en estos días de redes incendiadas y de pasiones cuatribarradas, días extraños que oscilan entre lo histórico y lo grotesco sin decidirse por uno u otro: un Estado esclerótico enfrentado al espejo deformante de una rebelión precipitada que encauza muchas (¿demasiadas?) obsesiones, angustias y pasiones. Vamos, una mezcla del esperpento de Inclán, «la calle es mía» de Fraga y el tambor del Bruch sonando incensante en todas las pantallas.

Cuarenta años de dictadura, cuarenta de democracia nacida de pactos sumamente delicados (y con no pocas sombras, la primera de ellas la jefatura del Estado que nadie votó más que en un cómodo paquete conjunto, he ahí el primer referéndum necesario)... Pero, ¿y ahora? ¿Qué es lo que ha de venir? ¿Qué nueva criatura está siendo parida, entre agudos dolores, que no acaba de sacar la cabeza? ¿Es que España ha sido condenada a vivir sólo etapas muy concretas de estabilidad, separadas siempre por paréntesis de tiros, golpes y asonadas? ¿No hemos aprendido nada de nuestra larga, tumultuosa... pero también fecunda, pródiga en amores y dolores, historia común?

Son muchas las voces que piden diálogo y más diálogo en estos momentos febriles, aunque me temo que a las cabezas pensantes de ambos lados de la trinchera es cosa que no les interesa en absoluto.

Y mientras tanto, yo sólo rezo con fervor para no recordar este 2017, el de mis cuarenta septiembres, como el año en que se volaron todos los puentes.

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