Libros en carnaval

TODOS por aquí estamos leyendo libros y los comerciantes del ramo no salen de su asombro mientras guardan kilométricas listas de pedidos. Listas de espera para adquirir un libro: ¿milagros del desarrollismo cultural?. El caso es que este fin de semana los más jóvenes se encierran en el mundo mágico de un adolescente con aspecto de empollón y encuentran en el universo de Harry Potter las explicaciones que la realidad se empeña en negarnos: las cosas acaban encajando en Hogwarts aunque sea mediante la intervención de lo sobrenatural. Otros leen con el ánimo de buscar la verdad de un caso que sigue ardiendo, pero no siempre los libros más pegados a la realidad son los que ofrecen mejores y más claras respuestas; quizá porque la realidad se salta los arquetipos como Edipo se saltó los ojos al comprobar que no basta con huir para afrontar el destino. La justicia, hasta nueva orden, ya se había pronunciado. Ahora también hay sentencia, en forma de libro muy freudiano, de la justicia poética y como la divina es de poco fiar tal y como están sus representantes en la tierra, quizá sólo el tiempo y la conciencia tengan ya pendiente su definitivo veredicto o, por no perder la línea literaria, el dramaturgo anónimo que es la vida aplique la anagnórisis que facilite el desenlace del conflicto para que todo encaje como en el colegio del joven mago y podamos cenar tranquilos. Puede que Freud y la magia no sean conceptos tan alejados como parece, pero lo cierto es que, estos días, en la ciudad del Puente de Hierro se les ha visto a ambos desfilando por los escaparates de las librerías, no sabemos aún si con la máscara de diario o con la que corresponde a este frío Carnaval.