DESDE LA CORTE
Muchas alarmas judiciales
LAS ALARMAS por decisiones judiciales son frecuentes. La última tuvo carácter de escándalo porque se escribió literalmente así: tres etarras fueron puestos en libertad, porque al juez «se le pasó» que les tenía que renovar la prisión preventiva al cumplirse los primeros dos años en la cárcel. Creíamos que ahí terminaba todo, pero aún quedaba margen para el asombro: el magistrado Ruiz Polanco, de la Audiencia Nacional, aplazó la comparencia del también presunto etarra Ibai Ayensa porque tenía que asistir a una toma de posesión en Navarra. Lo publicó ayer este periódico. Y se fue. Tuvo, eso sí, la precaución de buscar un juez que le sustituyera, pero no lo encontró. Pedir esos favores es complicado, porque el sustituto debe estudiar el caso para pronunciarse con conocimiento de causa. Y como un juez estaba de viaje y no había el otro, el mentado Ayensa cumplió su plazo y fue puesto en libertad. Ayer u hoy iban a decretar su procesamiento. A estas alturas ya es un detalle menor. El señor Ruiz Polanco tiene, como todos, derecho a la presunción de inocencia. Es más: siempre ha sido un excelente juez. Pero esta actuación nos hace recordar aquel viejo principio: las instituciones son lo que son las personas que las forman. Y si esas personas se descuidan, si anteponen compromisos personales a sus obligaciones profesionales, si no ponen celo en su trabajo, las instituciones pierden crédito social. La definición de responsabilidades corresponde ahora al Consejo del Poder Judicial. Líbreme Dios de condicionar su investigación. Pero hay algo que decir: un juez es un servidor público. De su función dependen asuntos tan trascendentales para la persona como la cárcel o la libertad. Los ciudadanos esperan de él imparcialidad, estudio de los casos y dedicación. Es justificable, como en cualquier trabajador, la baja por enfermedad. Pero no es entendible que la satisfacción a un amigo o compañero, porque toma posesión de un alto cargo en Navarra, le haga abandonar su puesto y ante un presunto delincuente cuya liberación resulta alarmante para este país. Como van muchos casos de narcotraficantes y de etarras liberados por errores judiciales, tenemos derecho a preguntarnos cuántos otros delincuentes, sin repercusión en los medios informativos, andan por la calle a causa de la desidia judicial. En Justicia, como en el resto de las actividades humanas, se pueden cometer errores. Escándalos, ni uno. Porque cada escándalo que surge de un juzgado es un socavón en el estado de derecho.