Diario de León
Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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EL BAÑO de sangre con el que Hamás ha prometido vengar el asesinato del jeque Yasín, que era su líder espiritual, va a salpicarnos a todos. El Ejército de Israel había intentado liquidarle en varias ocasiones, pero ya no tendrá oportunidad de intentarlo de nuevo: fue abatido junto a siete escoltas por un misil disparado desde un helicóptero. ¿Quién selecciona a las víctimas de los llamados «asesinatos selectivos»? Ahmed Yasín no tenía muchos simpatizantes, fuera de la atormentada franja de Gaza, donde los palestinos malviven hacinados hasta que mueren, pero el crimen ha recibido la inmediata condena de la UE, de la ONU, del Vaticano y de todos los países árabes. En cambio, ha caído bien entre los verdugos. «La quintaesencia de la ideología de este hombre era el asesinato y la muerte de judíos», ha dicho el terrible Ariel Sharon. Se encadenan las venganzas de los fundamentalistas y de los que dicen no serlo. En eso son iguales. Tras el asesinato de un ministro afgano se desataron combates que produjeron más de un centenar de muertos. La gran pregunta es si la desaparición de los hombres clave hace variar la Historia. ¿Hubiera sido todo distinto si a Lenin le atropella aquel camión que logró frenar a dos centímetros de su cráneo, cuando se cayó de su bicicleta? ¿Sería todo lo mismo si Hitler hubiese fallecido en el atentado de los generales? Sin ir más lejos, ¿se habría desarrollado de idéntica manera la vida en España si los aviones que transportaban a Sanjurjo y a Mola hubieran sido revisados por dos buenos mecánicos? Hay quien cree en los «aceleradores de la Historia» y quien piensa que, si no hubieran existido, serían otros los encargados de desempeñar su papel. No lo sabremos nunca. Los libros sólo registran una de las maneras en las que sucedieron los acontecimientos, precisamente aquella forma en la que sucedieron. Dicen que la Historia es la mejor de las maestras, pero de ser así hay que reconocer que sus discípulos son pésimos. Ni aprendemos de ella, ni vamos a aprender nunca.

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