Tiempo de descompresión

SOPLAN nuevos nuevos aires desde la inesperada victoria socialista en las urnas. Empezamos a respirarlos. Para bien de la salud mental de los españoles cabe esperar una general mejoría en el clima político y, en general, en la convivencia entre ciudadanos, territorios, instituciones, etcétera. Pero todavía estamos en tiempo de descompresión. Se notó en el debate de investidura. Los portavoces de algunos grupos parlamentarios, y no tanto Rodríguez Zapatero, hicieron un tenebroso retrato de la España de Aznar. Sobre todo de estos últimos cuatro años de mayoría absoluta en los que se impuso un pensamiento descalificador y excluyente de cualquier posición no alineada con las consignas del Poder constituido. El cerco a los discrepantes ha sido inclemente, bronco, desabrido. Tanto el diálogo prometido por Zapatero, a modo de divisa para la naciente Legislatura, se celebra como la gran novedad del nuevo tiempo político. Es decir, se toma como un mérito extraordinario del nuevo presidente del Gobierno lo que en realidad debería ser un ingrediente natural del funcionamiento democrático. La voluntad autoritaria de cercar al insumiso, combinada con un estricto control político de poderosos medios de comunicación, generó una burbuja de climas artificiales pinchada por los ciudadanos en las urnas del 14 de marzo. Pero flotaron sobre el debate de investidura y, aunque tienden a remitir, todavía pesan en este tiempo de descompresión hasta que se recupere definitivamente la normalidad. Estoy pensando, por ejemplo, en el compromiso de los socialistas con la Constitución, el Pacto Antiterrorista o el Estado de las Autonomías, puesto en duda sistemáticamente por el aznarismo y su hasta ahora formidable aparato mediático. Hasta el punto de que Zapatero volvió a verse obligado a desmentir que su partido sea una especie de precursor de la España roja y rota. Pienso también en el mayoritario sentir de los españoles contra una guerra indecente en Irak zurcida a base de mentiras. Ahora empieza a ser politicamente correcto lo que es de sentido común.