Diario de León

EL RINCÓN

Según se mire y se oiga

Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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PARA algunos, el discurso de investidura de Rodríguez Zapatero ha sido una pieza oratoria que el mismísimo Cicerón no hubiese desdeñado que saliera de sus labios. Para otros, la larga parrafada fue algo inane, donde el vocablo «talante» sustituyó al talento y donde no se aclararon las cuestiones fundamentales que preocupan a los españoles. Se comprueba que tanto los adictos incondicionales como los incondicionales detractores tienen orejeras en los oídos. Los previamente convencidos y los que nunca se dejarán convencer forman dos grupos diferenciados, más por la óptica, que por las creencias. Mientras los correligionarios de Zapatero estimaban que sus palabras constituían una ejemplar exposición programática, los correligionarios de Rajoy no vieron en ellas más que unos juegos florales donde el apuesto ganador tardó demasiado tiempo en demostrar que no tenía nada que decir. La objetividad no existe, ya que no somos objetos, sino sujetos de pasiones. He escrito alguna vez que menospreciar al contrario es la mejor forma de devaluar la victoria. ¿Por qué ese mutuo empeño en demostrar que el rival es aproximadamente tonto? Si media España no encontró el menor mérito en el discurso de Zapatero y otra media le negó todo posible acierto al discurso de Rajoy, es que los electores están tan divididos como parece y quizá un poco más. En los dos bandos hay personas, aparentemente normales y de buen juicio, que se parecen a la madre de aquel recluta que viendo el desfile dijo eso de «menos mi Pepito, todos llevan el paso cambiado». Quizá profesar una ideología sea el sistema más cómodo para evitar el esfuerzo que supone tener ideas, pero tiene la indudable ventaja de que impide ese estado de desasosiego que produce la duda. Lo malo es que lleva a la decepción. Tierno Galván lo explicaba muy bien. Toda ideología tiende a la perfección y esa perfección, al contacto con la vida real, se hace imposible. Las cosas son según se mire, pero «entre el mirar y el ver se queda el viento». La polvareda política.

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