Diario de León
León

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POBRE La Española, que así fue llamada inicialmente la República Dominicana, la isla más querida por Colón. Está siendo devorada por el agua, como en 1930 cuando Santo Domingo fue arrasado por el huracán Zenón, al que Vela Zanet ti plasmaría pocos años después en las paredes del antiguo consistorio dominicano, en la zona colonial. Lo representó con forma humana, como un espectro. La reconstrucción de la ciudad cimentó el prestigio social de Trujillo, y unos años después la ciudad terminaría llevando el nombre del dictador. Ahora una lluvia con colmillos y garras, con resentimiento de Polifemo que hubiese preparado durante siglos su venganza, cae sobre aquella tierra poblada de hombres y mujeres entrañables, cuando el espejismo de la buena suerte parecía permitirles la esperanza de irse convirtiendo en un país prospero, con un turismo que habitualmente recibe mucho por poco. La Dominicana la llaman sus habitantes. Y junto a ella Haití, uno de los países más pobres de la tierra. En Santo Domingo capté el desdén con que gran parte de los dominicanos miran hacia el país vecino. Trujillo ordenó en 1937 una brutal matanza de miles de haitianos, por motivos racistas, pues quería que siguieran prevaleciendo los mulatos dominicanos frente a la gran población negra haitiana. Ahora, la gran dictadora, se ceba en los pobres de un país y de otro, ajena a fronteras. El dolor hermana. Algo le estamos haciendo a la naturaleza para que nos ataque como un caimán hambriento. En el despacho de sus multinacionales, poderosos y políticos corruptos brindan a la salud de eso llamado cambio climático. Cuesta admitir que en el siglo XXI la ira de una lluvia pueda arrojar más de 2.000 muertos. La naturaleza también declara sus propias guerras, y lo ha hecho contra una isla buena. Hay explicaciones científicas, otra cuestión es que queramos buscar soluciones. Desde aquí, mi solidaridad con el sufrimiento de ambos países, merecedores de mejor suerte.

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