Diario de León

ÓNICAS BERCIANAS

El arca del Consejo

Ponferrada

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SOLÍS FERNÁNDEZ nunca estudió en ninguna universidad. No le ha hecho falta porque es una inteligencia de la naturaleza, titulaba este periódico el pasado verano y empleando un juego de palabras, para informar de su nombramiento como socio de honor del Instituto de Estudios Bercianos en reconocimiento a cincuenta años dedicados al estudio de la fauna ibérica. Un autodidacta como él, que siempre ha realizado su trabajo con modestia, a pesar de que más de un biólogo se ha pasado por su casa de Matarrosa del Sil en busca de ayuda para sus investigaciones académicas, merece que su colección de animales disecados, de fichas sobre la fauna ibérica, de diapositivas y muestras, toda una vida dedicad al estudio de la naturaleza, acabe en un museo de verdad. El piso superior de su casa dejará de ser ese arca improvisada de Noé, donde almacena tres mil piezas disecadas de todas las especies, para trasladar la colección a unas dependencias que llevarán el nombre de Museo Natura Ibérica, en el parque temático El Oro de Roma, de Carracedelo, y que pretenden ser un centro de estudios de referencia en Castilla y León. El anuncio de la puesta en marcha del museo de Solís, que ha llegado a ser lo que es «más por cabezonería que por inteligencia», dijo en una ocasión, llega el mismo día en que el Ayuntamiento de Ponferrada adelantaba el fallo de su premio de ciencias para otra investigadora de la tierra, la ponferradina Ofelia Nieto, que preside el Centro de Química Orgánica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y de su premio literario, ex aqueo para los escritores Victoriano Crémer, un ejemplo de lucidez intelectual cuando está a punto de cumplir la centena, como bien saben los lectores de su columna en este periódico, y Ramón Carnicer, a quien siempre se le reconocerá su aportación a la literatura por sus libros de viajes. Por desgracia, la constancia de Solís Fernández o de Ofelia Nieto, la lucidez de Crémer o la visión de Carnicer, no abundan demasiado entre nuestra clase política. Y el mejor ejemplo es el Consejo del Bierzo, un arca que reúne a una fauna política escogida de entre todos los municipios de la comarca y que durante el último año se ha visto enzarzado en una suerte de vodevil en torno a los sueldos, las dedicaciones exclusivas y el organigrama de funcionamiento. Un sainete que nace del desencuentro, por llamarlo de alguna manera, que creó la falta de confianza de la dirección socialista en la ambición del anterior presidente, Jesús Esteban, y que sólo el triunfo electoral de José Luis Rodríguez Zapatero ha logrado desactivar. El Consejo ha perdido un año en trifulcas internas y hoy está peor que nunca. Con la imagen por los suelos, agobiado por la Orden de la Junta que estrangula el uso del dinero, el Consejo sigue siendo, trece años después de su nacimiento, una caja vacía. Un invento. Un cuento. Y parte de culpa es nuestra, de la prensa, por prestar más atención de la que merecen los movimientos internos de unos consejeros más preocupados por darse collejas que por traer competencias de verdad.

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