Diario de León

TRIBUNA

La perversión de Televisión Española

Publicado por
ANTONIO PAPELL 1397124194
León

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SALVO PERIODOS breves y excepcionales durante la transición en los que se intentó que RTVE mantuviera cierta autonomía con respecto al poder de turno, la radio y la televisión públicas siempre han sido instrumentos de publicidad y propaganda de la ocasional mayoría política. Ello es tan obvio que no hacen falta mayores explicaciones para explicarlo. En diversas ocasiones, las fuerzas de oposición, cuando lo eran, efectuaban propuestas tendentes a independizar dichos medios del control partidario, pero en todos los casos las promesas fueron precipitadamente olvidadas cuando aquéllas llegaron a conquistar la mayoría. Hasta ahora, ya que parece que este nuevo Gobierno sí se dispone a cumplir las promesas de su programa electoral. Y, como es conocido, un comité de sabios está preparando una propuesta sobre el particular, que debería quedar ultimada a finales de año y que, en teoría al menos, será considerada vinculante por el Ejecutivo. En el entretanto, el Gobierno ha designado al frente del ente público a una personalidad técnica, procedente del ámbito universitario, Carmen Cafarel, encargada de pilotar el tránsito desde la situación actual -regida por el vigente Estatuto de RTVE- hasta la que provenga de las futuras reformas conceptuales y legislativas. Como era de esperar, se advierten ya significativas mudanzas en los informativos: de la beligerancia militante se ha pasado a un sentido descriptivo de la realidad que sin embargo no ha complacido a todos. Las minorías, con razón o sin ella, se sienten agredidas por la parcialidad de los recién llegados. El debate sobre el particular resultaría inútil: como es perfectamente natural, la oposición sospecha de la ecuanimidad de quien, independiente o no, ha sido designado por el poder político. Todo ello era perfectamente previsible. Quienes todavía tenemos alguna fe en la naturaleza humana estamos convencidos de que esta situación inaceptable -es decir, la de que los medios de comunicación públicos sean impunemente manipulados por la mayoría política- tiene remedio, mediante un modelo de radiotelevisión estatal que probablemente no esté muy lejos del de la BBC. Habrá que elegir a los dirigentes mediante amplios consensos y que sustituir el control político por el control social. La independencia, en su sentido más directo y lineal, puede conseguirse. Pero es muy posible que con ello no hayamos remediado la principal perversión de la gigantesca maquinaria mediática del Estado, que es de otra índole y que genera unos efectos mucho más dañinos que la desinformación o la intoxicación informativa (a fin de cuentas, el gozoso pluralismo informativo que reina en este país proporciona al ciudadano innumerables inputs que le permiten hacerse una idea cabal de la realidad; y prueba de ello es que no siempre quien controla los medios públicos gana las elecciones). Como en el viejo aforismo, se puede engañar a todos una vez, se puede engañar a todos algunas veces pero no se puede engañar a todos todo el tiempo. Esa perversión esencial a que he hecho referencia no es sin embargo informativa sino ideológica y social. Desde hace muchos años, TVE -como, por supuesto, las demás televisiones públicas de rango autonómico- muestra en diversos programas de gran audiencia los modelos sociales ejemplares y paradigmáticos, los tópicos vitales de famosos y triunfadores que son dignos de ser imitados, que gozan de fama y popularidad. Horas enteras se consumen a diario mostrando el glamour de personajes sin biografía conocida, chulescos y prostituidos, que han conseguido la eminencia mediática -efímera pero lesiva- por el procedimiento de formar parte de un artificial círculo que rodea a los llamados personajes del corazón , que, mediante un curioso proceso de endogamia, han conseguido constituir una elite perfectamente vacua mediante un derroche de desparpajo, arrojo y sentido de la oportunidad. Es la televisión basura, que contamina los valores colectivos de esta sociedad y arrasa los principios de mérito y capacidad que deberían regir en una comunidad inteligente y creativa. Se podrá argumentar que las principales dosis de televisión basura están en las cadenas privadas, y en cierto modo así es, pero el fenómeno no es comparable. El hecho de que empresarios privados muestren al público lo que éste demanda no es éticamente significativo ni reprobable. Lo grave es que el Estado patrocine e impulse la difusión de unos modelos humanos deleznables, moralmente pervertidos en cualquier sistema laico de valores. El hecho de que un medio público, sostenido con los impuestos de todos los españoles aúpe la figura de un ex guardia civil sin oficio ni beneficio que alcanza la gloria de la popularidad por el hecho de haber mantenido una tormentosa relación con la hija -también sin oficio conocido- de una tonadillera es, dicho suavemente, una aberración. Y si eso no cambia radicalmente, las restantes lucubraciones sobre la sutil independencia y la inasible objetividad de la televisión pública no dejarán de ser una inútil y evasiva pérdida de tiempo.

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