De presidentes

UN POLÍTICO estúpido es el que se mete a patriota en patria ajena. Toda la progresía izquierdo-narcisista apostó por Kerry, pero ganó Bush, ¡qué contenta estará Hillary Clinton! A efectos de política exterior y con respecto a la actitud con España, es igual uno que otro. Zapatero, su Gobierno y los zapateristas mediáticos pusieron a caldo a Bush. Ahora, que si ya sabíamos, que si tanto da, que si somos amigos... Da risa verlos mascar su decepción, tratando de poner buena cara al ganador. Pero las patadas al gobierno de Zapatero, por sus torpezas, nos las darán en nuestras posaderas. Porque sobre todo en política exterior, hay que mirar los intereses de la nación antes que los del partido. Y un presidente del Gobierno no puede permitirse el lujo de vivir de ensueños. Siguen anclados en la moda antiamericana de los setenta. ¡Qué lejos están del pragmatismo europeo, heredado por la experiencia de cinco siglos! A propósito, los presidentes han firmado en el Capitolio de Roma la Constitución Europea. Ajena al pueblo, que ni ha participado ni se ha identificado con ella. Ha sido redactada por una asamblea semisecreta que recibe el nombre de Convención. Viejo término con aromas de jacobinismo y guillotina. Toda la ceremonia, como la propia Constitución, respiran un tufillo y una simbología muy particulares... para el que sepa reconocerlos. Zapatero se ha quedado feliz con la foto, es lo que le gusta. Cómo queda España en dicha Constitución, no le interesa. Que se hubiese firmado en Madrid, como se ofreció tras el 11-M, tampoco. Cedió el honor a Roma sin que sepamos a cambio de qué o en pago a qué. Que su aprobación implique reforma constitucional, no le había hecho caer en la cuenta de que, antes del referéndum de febrero, hay que saber qué debe modificarse y cómo. A lo mejor hasta con otro referéndum previa disolución de las Cortes y nuevas elecciones generales. Ha accedido a consultar al Tribunal Constitucional, pero a regañadientes, porque sólo ansía la foto de ser nosotros los primeros en aprobar la Constitución. La semana pasada reunió a los presidentes autonómicos. Sólo para hacerse una foto con ellos. En lo que trascendió, fue una jaula de grillos. El vasco hablando de nación a nación. El catalán, diciendo con otras palabras eso de que «el Estado soy yo». Pero acuerdos, ninguno. Solo el de seguir reuniéndose, vendiendo la asistencia futura a precio de oro. Todo lo cual nos lleva a la conclusión que, a bocajarro, me espetó mi amigo Manuel, un agricultor de Tierra de Campos que fue en su tiempo concejal socialista: «Zapatero no sabe gobernar». A él no le preocupan fotos, imágenes ni ensueños. Vive del trabajo de la tierra. Y no se siente amparado por esta forma glamurosa de despotismo ilustrado. Y por último, la presidencia del PP de León. No me gustan los cotilleos. Faltan dos meses para el Congreso y lo que me preocupa es la unidad del partido. Cualquier presidente tendrá que integrar y pacificar. Será un error pensar algo parecido a «les hemos ganado». Ocurrió en un infausto congreso en 1992. El ganador tenía una gestora a los 12 meses. Y otra cosa. Eso no tiene nada que ver con el Ayuntamiento. Hay quien toma sus deseos por la realidad