Diario de León
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FEDERICO ABASCAL
León

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EL PRESIDENTE Zapatero acudió ayer al Congreso con su talante puesto y no se desprendió de él en todo el día. Con gestos suaves, imitados a veces burlonamente en los asientos del PP, utilizando una sintaxis clara y en ocasiones incorrecta. De acuerdo a su talante y a su responsabilidad de Gobierno, Zapatero enmarcó su comparecencia en un cuadro conciliador al proponer a todas las fuerzas parlamentarias un acuerdo explícito contra el terrorismo islamista, al margen del firmado por el PP y el PSOE por la libertades y contra el terrorismo etarra. Zaplana vio encenderse lógicamente su susceptibilidad política y advirtió de su oposición a todo acuerdo que intentase diluir el pacto bilateral contra ETA como un azucarillo. Pero el presidente negó, al menos en tres ocasiones, que ese pacto, cuyos resultados elogió decididamente, pudiera modificarse sin el consentimiento expreso del PP. Algo más de cinco horas duró el interrogatorio de Zaplana al presidente, con disertaciones previas a cada pregunta y a cada respuesta, y en ese tiempo ni el portavoz popular se permitió la debilidad de dejarse convencer por algunas evidencias, ni Zapatero dejó de reafirmarse en su convicción del «engaño masivo» que atribuía al Gobierno del PP ni en que este partido estuviera intentando organizar desde hace meses una «confusión masiva», queriendo averiguar la verdad de unos hechos trágicos, sobre cuya autoría, fuera del ámbito popular, no se manejan dudas. José Luis Rodríguez Zapatero intentó persuadir a la comisión de que no hubo, tras el 11-M, más que una línea de investigación, la del terrorismo islamista, sobre todo desde el descubrimiento de la furgoneta en la estación de Alcalá de Henares, pues la línea etarra ni se habría llegado a plantear, por total ausencia de indicios una vez analizada la levedad de las sospechas iniciales sobre ETA. Pero Zaplana insistía en averiguar la verdad, y hasta hizo una pregunta que podría relacionarse subliminalmente, o claramente, con el desierto lejano, y no con las montañas remotas, al que se refirió crípticamente José María Aznar en una adivina adivinanza que dejó a muchos perplejos. Lo malo de esta comisión, junto a sus muchas cosas buenas, es que ha fomentado una confrontación política entre el PP y el resto de partidos en torno a una tragedia que debiera haber unido a todos los españoles. Y en el fondo de las intervenciones de los grupos minoritarios se percibían ayer deseos firmes de unión contra el terrorismo islamista. El dolor por los trágicos atentados del 11-M queda en la memoria colectiva y estimula la voluntad de establecer acuerdos para evitarlos.

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