Diario de León
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FRANCISCO MORA
León

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NO HAY estadísticas oficiales, porque la prejubilación no es una figura reconocida en el ordenamiento jurídico español, pero se estima que desde 1995 casi medio millón de trabajadores han sido prejubilados, con el perjuicio económico que supone para el sistema de pensiones la expulsión temprana del mercado laboral de este colectivo de trabajadores. Además, parece que el 40% de los prejubilados (una edad media de 55 años) vuelven al mercado laboral. Algunos, los de los expedientes de regulación de empleo, pueden hacerlo por motivos económicos, pero otros muchos lo hacen por sentirse útiles, ya que los procesos de prejubilación de algunas grandes empresas les permite seguir cobrando entre el 70% y el 100% del último salario bruto. Son los «jubilados de oro». De los más de 50.000 prejubilados anuales, unos 20.000 son de este último grupo y muchos de ellos proceden de bancos y cajas de ahorros. Hasta ahora el Banco de España admitía que esas prejubilaciones se hicieran contra las reservas de la entidad y no contra sus beneficios, lo que, a la postre, supone que las prejubilaciones se pagan con el dinero de los accionistas, aunque con ellas se luzca la llamada alta dirección. El Banco de España amagaba todos los años con terminar con ese abuso, pero siempre acababa cediendo. Así ha sucedido hasta esta semana en la que, para sorpresa de muchos banqueros, el banco de los bancos les ha dicho que si quieren prejubilar tendrán que cargar la factura a la cuenta de pérdidas y ganancias. Es una acertada decisión, tomada en un buen momento, pues este año las entidades financieras van sobradas de beneficios y con las nuevas normas internacionales de contabilidad las prejubilaciones contra reservas tienen que terminar en 2005. Un adelanto oportuno, que pone coto a una práctica controvertida que este año hubiera supuesto en la banca unas seis mil prejubilaciones con un impacto de más de 1.200 millones de euros. Es mejor que la Seguridad Social, en lugar de destinar tanto dinero a prestaciones para los parados y ayudas a los prejubilados, lo dedique a mantener ocupada a más gente durante más tiempo. Pero no es sólo un problema económico. Las prejubilaciones terminan siendo para las empresas una vía de descapitalización, pues pierden empleados con experiencia, cualificación profesional e independencia de criterio. En resumen, un despilfarro, económico y humano.

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