Drama y solidaridad

AL HILO de la tragedia del sudeste asiático ha cundido, por fortuna, una oleada de solidaridad mundial, que debería ser aprovechada para hacer que estos valores magnánimos que asoman sobre la materialista globalización arraiguen definitivamente. Para ello, es evidente que no basta la beneficencia, la donación ocasional de recursos que palien la catástrofe. Habría que implantar políticas de cooperación al desarrollo que ofrecieran expectativas a estos países hoy en agonía y les ayudasen a prevenir futuras catástrofes. Si lo único que se pretende es dejar las cosas como estaban antes de la tragedia, se habrá aliviado quizá la mala conciencia pero el mundo no habrá avanzado un solo paso hacia un orden nuevo sobre pautas más humanistas. Mantengamos el optimismo.