Diario de León
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CARLOS CARNICERO
León

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LA PERSONALIDAD de don Manuel Fraga Iribarne está fuera de discusión. Su pasado y la capacidad de adaptarse desde el franquismo a la democracia no admite reparos. Tal vez por eso el líder honorario y fundador del Partido Popular se permite licencias que ponen en ridículo y en entredicho las decisiones de los jóvenes políticamente viriles de su partido que gozan con ser los duros de la película. Su disposición a recibir en su despacho de presidente de la Xunta de Galicia a Raúl Castro, hermano del comandante de la Revolución Cubana, y a quien muchos consideran más duro que el más duro, pone en ridículo la política de José María Aznar sobre Cuba, heredera por quienes ahora gobiernan el PP. Cuba está sumergida en una tragedia que le sitúa en una política de resistencia a los intentos impenitentes de los sucesivos Gobiernos de Estados Unidos de tratar a la isla hermana como una colonia de segundo nivel. Estados Unidos se ha permitido, incluso, dictar normas internacionales contra los terceros países que no sigan sus directrices políticas hacia la isla y han mermado los derechos de tránsito de sus ciudadanos y de los cubanos que viven allí en sus desplazamientos a La Habana. Esos parámetros son la causa y el pretexto para el inmovilismo del Gobierno cubano, que entiende que cualquier movimiento de apertura del régimen comunista sería aprovechado por el enemigo, que es real, para tomar posesión de la isla. En ese contexto, España puede ser garantía de que lo que tenga que ocurrir en Cuba, con la desaparición física de Fidel Castro, esté tamizado por nuestra capacidad de influencia y de concertación, amparados por nuestra experiencia en tránsitos de sistema sin derramamiento de una gota de sangre. Fraga sabe mejor que nadie que hay que hablar con todo el mundo. El no sólo lo hizo con Franco, sino que fue ministro de sus gobiernos. Ahora recibe a Raúl Castro con los ecos de las ridículas palabras de Eduardo Zaplana y Jorge Moragas demonizando el recibimiento que hizo el presidente del Gobierno de España del ministro de Exteriores de Cuba, Felipe Pérez Roque. El gesto de Fraga es valiente, de acuerdo con su personalidad, pero sobre todo pone en evidencia que la política exterior del Partido Popular con Cuba no sólo está trasnochada, sino construida sobre un populismo electoralista que no intenta colaborar en solucionar los problemas de los cubanos, sino solamente satisfacer las exigencias del Gobierno de Estados Unidos y poner dificultades a la política exterior de España.

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