Diario de León

DESDE LA CORTE

La bandera de Carod

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FERNANDO ONEGA
León

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LOS ISRAELÍES ya saben que en España hay autonomías. Y conocen cómo se las gastan algunos independentistas. Lo vieron en Tel Aviv, cuando un ciudadano del que quizá nunca habían oído hablar, pero hoy tiene que ser famoso allí, dejó plantados a todos porque, dijo, «no está mi bandera». ¡Mecachis! Había un homenaje en memoria de Yitzhak Rabin, sólo lucía la bandera de España, y habían cometido la herejía de no poner la senyera. Hablo, como el lector ya sabe, del señor Carod-Rovira, que figuraba en la comitiva, como invitado personal, especial y dilecto del presidente de la Generalidad de Cataluña. Pasqual Maragall había puesto mucho esmero y cariño en hacerse acompañar por Carod, para tenerlo contento. Y le amargó el viaje. Los periódicos catalanes habían mandado redactores a cubrir el viaje, y el invitado se quedó con todo el protagonismo. El pobre Maragall, tan patriota catalán como Carod, se quedó con el culo al aire, porque no se le ocurrió ni protestar. Para muchos nacionalistas, el único que representa la sensibilidad y el orgullo herido de la senyera es el líder de Esquerra Republicana. Para ellos, Maragall quizá sea un acomodaticio que asume estas humillaciones. Más allá de la anécdota, hay una cuestión de fondo. ¿Recordáis cuando Zapatero no se levantó al paso de la bandera norteamericana en un desfile militar de Madrid? Bush todavía no lo ha perdonado. ¿Qué habría ocurrido si, además de eso, se marcha de un acto porque está la bandera de Estados Unidos y no la española? Abriría una crisis diplomática de imprevisibles consecuencias. Pues lo ocurrido en Tel Aviv es más grave, porque la bandera española es la bandera de la nación en la que Cataluña está integrada. Siendo como es Carod independentista, y siendo un acto de la Generalidad de Cataluña, se entendería una queja por la omisión. Pero la retirada del acto supone más que una protesta. Supone un agravio a toda España. No podemos olvidar que el partido de Carod-Rovira es el partido más influyente en este momento. De su visto bueno y sus votos parlamentarios dependen leyes y decisiones del gobierno. De su ideología depende la redacción de un nuevo Estatuto de Autonomía. De sus conversaciones con Rodríguez Zapatero dependen muchas y grandes orientaciones de política general. Cuando se demuestra tanta intransigencia y fundamentalismo como el visto en Tel Aviv, ¿qué podemos esperar? Que ese mismo espíritu se traslade a la política interior. Desde ese punto de vista, no sólo Maragall quedó con el culo al aire. A muchos kilómetros de distancia, también se quedó el jefe del gobierno español. Es muy difícil seguirse haciendo fotos y tomando cafés con quien le hace ese feo a la bandera nacional.

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