Diario de León
León

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A QUIENES hemos criticado su zafiedad, Carod Rovira nos ha mandado a estudiar. Gracias, maestro. Aunque quizá quiso decir a estudiarlo a él, pues la antropología es la única ciencia que puede arrojar luz sobre este personaje, eslabón perdido entre el blasfemo tabernario y un revolucionario de sainete. Lo suyo no pertenece al ámbito de la política, sino al de la ciencia ficción. La última película de Lucas nos cuenta el pasó de Anakin al lado oscuro, pues bien,  Carod debe de estar ahí desde pequeñito, donde se ha quedado a vivir, con los plomos fundidos.  El poder político sólo corrompe a quien ya se corrompió en el camino; es decir, en su búsqueda. Aunque también la pérdida legítima del mismo puede convertirse en una obsesión maléfica para quien lo creía suyo por derecho propio. La política es el ámbito donde la calidad humana es más necesaria, porque no puede ser reducida al arte de gestionar correctamente los fondos públicos, pese a la innegable trascendencia de ese cometido. No es posible llevar a cabo una gran labor donde no hay grandes valores humanos; el primero de ellos, la repulsa a herir gratuitamente. La noticia a la que nos venimos refiriendo no debe ser mezclada con otras polémicas actuales con la Iglesia.  Carod no se ha disculpado de su risotada con una corona de espinas,  con la que ha ofendido más a la inteligencia universal que a los cristianos. Nos ha mando a estudiar. Pues vale. Lo haremos, pero seguiremos sin comprender lo suyo. Qué cruz de hombre, con perdón.  Corramos a estudiarlo, es un ejemplar en vía de extinción. O casi.

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