Diario de León
Publicado por
ANTONIO NÚÑEZ
León

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CUANDO cayó Adolfo Suárez, allá por el 82, no era infrecuente ver deambulando por León gente ensimismada que hablaba sóla en la calle preguntándose sobre las eternas incógnitas de la vida : «¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?». De aquella un colega británico de The Observer , de nombre de pila Colin, me pidió ayuda para un reportaje de los afectados de la colza en Tierra de Campos y el Páramo Alto, que eran miles. De vuelta a la capital Colin inquirió: «¿Estos son también del síndrome tóxico o sólo filósofos?». Le costó trabajo entender que era la tropa local de la UCD, recién descabalgada de los chollos de gobierno por Felipe González. Volvimos a hablar Colín y un servidor el otro día porque me debía una y porque antes de escribir sobre ETA quería que me orientara, a su vez, sobre cómo habían acabado ellos con el IRA. Tras explicarle que Arnaldo Otegi entraba y salía de la cárcel como Peter por su casa y que Rodríguez Zapatero negociaba la rendición previa entrega de las armas con acuse de recibo mientras nos cosían a bombazos Colin se quedó perplejo. «Ser o no ser», respondió al cabo de un rato, «no es el problema, y sólo se me ocurre un refrán inglés: cuando uno no sabe dónde va, siempre acaba en otra parte». En tocante a lo de Maragall, Carod y Cataluña, ya lo dijo Albert Boadella, que tuvo que soportar a Pujol cuando le miraba por encima del hombro desde una altura de 1,60 metros: «con todos los polvos que se echan a diario en el mundo y uno tiene que nacer donde puede». Así es la vida.

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