Diario de León
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FEDERICO ABASCAL
León

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EL RECHAZO de los franceses al tratado constitucional europeo es bueno para Francia, regular para España y malo para Europa, si miramos el asunto desde enfoques simplistas. La clase política francesa ha oído un fortísimo aldabonazo para despertar del sueño profundo en que cayó tras la elección surrealista del presidente Chirac, al que, además de la derecha moderada, votó mayoritariamente la izquierda socialista, haciéndose un harakiri circunstancial por miedo a que ganase la extrema derecha de Le Pen. Desde entonces, el socialismo francés es una realidad más bien magmática, y así se ha expresado en el referéndum, con el ex ministro Fabius predicando apasionadamente el no, y el secretario general Hollande el sí que el partido había decidido defender. Mal asunto, sobre todo si el PSF dedicara su esfuerzo a evitar que Fabius se llevase el agua del no a su molino, en vez de proceder, con todas las sanciones disciplinarias, a un congreso de contrición, rectificación y hasta refundación. Para España, el horizonte europeo que bosqueja el referéndum francés es confuso. Podría verse perjudicada España, en la negociación para suavizar en el tiempo la pérdida de los fondos comunitarios, por el hecho de que Francia y Alemania estuviesen totalmente absorbidas por sus problemas internos, sin el menor interés por defender los intereses del país fervientemente amigo. Pero no debe olvidarse que la UE es una entidad político/económica, vertebrada en cierto modo por una infraestructura burocrática habituada a resolver o encauzar problemas de gran envergadura. A lo que puede añadirse que el referéndum proconstitucional de España sitúa al Gobierno de Zapatero como uno de los más europeístas, y así lo proclamó ayer el presidente en una declaración institucional tan voluntarista como oportuna. A pesar del batacazo que se ha llevado el tratado constitucional, Europa tiene mucha vida por delante, y su percance de ayer no es un cierre de caminos. Si la alternativa de la política exterior española, en su clara línea europea y de engarce en el eje francoalemán, no es la zambullida atlántica que practicó tenazmente Aznar, la alternativa al actual tratado constitucional europeo es otro tratado constitucional europeo, o el mismo con retoques, o el mismo sin el menor retoque, pero con el tiempo, hasta noviembre del año que viene, jugando a favor del texto que ayer fue rechazado en Francia, y, ay, posiblemente se vea rechazado mañana en Holanda. La construcción por etapas de la UE se ha hecho en medio siglo, un soplo en la Historia, pero con mucha paciencia de los países socios, invitados ahora a replantearse algunos apresuramientos. Europa siempre encuentra remedios.

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